Lo que pasa en Oviedo

De vez en cuando, un obispo, o arzobispo, se pone de moda. Las causas y los motivos pueden ser múltiples; las consecuencias, también.  No está de más preguntarse, por ejemplo, por el “qui prodest”, o plantearse hipótesis de por qué ese inusual protagonismo social y mediático.

Pongamos como ejemplo lo que está ocurriendo con el arzobispo de Oviedo, monseñor Jesús Sanz Montes. No seré yo quien se ponga a defender a don Jesús que, por otra parte, no lo necesita. Es más, que se publiquen estas líneas sobre su actual momento episcopal, con toda probabilidad, le perjudica más que le beneficia.

Ni niego, ni afirmo, que está siendo sometido a una campaña contra su ministerio con la que diversos actores intraeclesiales y extraeclesiales pretenden ofrecer una imagen de “obispo más cercano a político de derechas”, como se ha llegado a decir. Solo dudo, o lo planteo, como hipótesis. Y  si la hipótesis no se verifica, no se convierte en tesis, pues nada, a afinar el olfato, o el oído, o a cambiar de fuente.

Esto suele ocurrir cuando el obispo, o arzobispo, concernido ha hecho algo que no ha gustado, ha incomodado, o simplemente, ha colocado en su sitio, a quienes campaban por sus anchas. Inmediatamente se inicia una espiral de denuncia pública que, en términos generales, no cumple con las reglas de corrección fraterna. Esto no es óbice para partir del supuesto de que no todo lo que hace, o decide, monseñor Jesús Sanz Montes sea lo adecuado. Pero, ¿quién lo sabe?

Como, en principio, no creo en las conspiraciones y sí en las coincidencias, convergencias o concordancias de la inteligencia, el hecho de que, desde diversos actores y sectores, y por diversos asuntos, se haya iniciado un proceso de denuncia y deslegitimación pública del arzobispo de Oviedo me parece algo más que curioso.

Hablamos de los casos de los miembros removidos de la pastoral penitenciaria; de los de Lumen Dei, o los ex de Lumen Dei, porque uno no sabe ya; del nuevo proyecto de Valdediós; o de los que no están de acuerdo con la beatificación de los mártires de Membra; o de los que critican en privado el hecho de que el cardenal G. L. Müller hubiera pronunciado allí una conferencia masiva de asistencia, etc.

La cuestión de los mártires es clave para entender el trago por el que pasa monseñor Jesús Sanz Montes. Si bien es cierto que en la lista de los primeros estaban los de Turón, ahora el salto es cualitativo.

Quien conoce de cerca de monseñor Jesús Sanz Montes sabe que de un franciscano al que hacen obispo a un obispo franciscano, o franciscanista si nos ponemos, hay, en este caso, muy poca distancia. Que su capacidad retórica, a veces un pelín metafórica, es reflejo de una poética de la vida cercana a la experiencia auténtica. don Jesús está empeñado, como es lógico por otra parte, en el ser cristiano, más que en el hacer, en un cristianismo adulto fuera de las ideologías y centrado en los hechos.

Bueno, y, al fin y al cabo, algo tendrá que ver aquello de ser signo de contradicción. Aunque quienes fabriquen esos signos artificiales hayan leído a Agatha Christie y se empeñen en las listas. 

 
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