Nuestra estrella es Cristo

El Papa Francisco, besando una imagen del Niño Jesús.
El Papa Francisco, besando una imagen del Niño Jesús.
Hermosa María, / dice el sol vencido /

de Vos ha nacido/ el Sol que podía/

dar al mundo el día/ que ha deseado.  

Esto dijo humillado/ a María el sol,

porque vio en sus brazos/ otro Sol mayor

Lope de Vega estuvo inspirado al escribir estos versos.

Cristo es en verdad la Luz que ilumina a este pueblo humano que tantas veces habita en tinieblas, y quiere que su sonrisa, su llanto, su sueño en Belén nos abra los ojos para que podamos descubrir todo lo grande y bello que palpita a nuestro alrededor y en el corazón de tantos hombres y mujeres con quienes compartimos nuestro vivir.

 Con la luz de los ojos del Señor reconoceremos también nuestros pecados, nos arrepentiremos de haberle ofendido y querido mal, pediremos perdón en el sacramento de la Confesión, y daremos a Cristo la alegría de perdonarnos, y le pediremos que tenga paciencia y compasión de la Iglesia y de la sociedad.

En los momentos en los que vivimos, podemos recordar unas palabras de Juan Pablo II en la Navidad de 1990, que están tan vigentes ahora como entonces.

“La noche continúa, pero la Luz de Cristo está con los hombres. Está con los hombres en Europa; sobre los muros abatidos de las contraposiciones ideológicas y políticas, se dejan entrever para los creyentes desafíos y horizontes apretados. Sí, el futuro europeo estará impregnado de prodigiosa vitalidad espiritual siempre que el hedonismo y el materialismo práctico sean superados, y siempre que caigan también, hechas añicos, las barreras que separan entre sí a los seguidores del Redentor. Unidad en la Iglesia y entre todos los creyentes en Cristo: he ahí el compromiso de los cristianos con miras a construir la nueva Europa en el III Milenio”.

 

La estrella que ha guiado a los Reyes Magos hasta Belén, es ahora el Sol de Cristo. Él es el Camino, es la Luz que alumbra el Camino, y la meta a la que el Camino conduce. Solo necesitamos abrir bien los ojos para que la Fe nos ayude a descubrir a Dios hecho hombre en el Niño Jesús.

Caído se le ha un clavel

hoy a la Aurora del seno,

¡qué glorioso que está el heno,

porqué ha caído sobre él!

Góngora se superó a sí mismo en este poema de Navidad.  Es en el heno de nuestra alma, en nuestra Fe, en nuestra Esperanza, en nuestra Caridad, donde el esplendor del Sol, el Clavel de la Aurora, toda la Luz del portal de Belén, donde el clavel sigue vivo anhelando que lo descubramos, lo contemplemos y nos embriague con su aroma.

El entonces cardenal Ratzinger nos lo recuerda hablándonos del buey y del asno.

“El buey y el asno no son simples productos de la piedad y de la fantasía, sino que se han convertido en ingredientes del acontecimiento navideño. En Isaías leemos:  “El buey conoce al propietario, y el asno el pesebre del amo; pero Israel no conoce y mi pueblo no comprende”.  Los Padres de la Iglesia vieron en estas palabras una profecía referida al nuevo pueblo de Dios, a la Iglesia compuesta de judíos y paganos, que eran como bueyes y asnos, sin inteligencia ni conocimiento. Pero el Niño en el pesebre les ha abierto los ojos, de forma que ahora conocen la voz del propietario, la voz de su Señor”. Y luego nos aplica a todos ese símil con estas palabras: “nosotros, que ante lo eterno somos como bueyes y asnos, a quienes en esa Noche Santa se les han abierto los ojos, para que reconozcan en el pesebre a su Señor” (Alfa y Omega, 13-I-2000)

Y con la Virgen Santísima y el Santo Patriarca José, Santa Navidad. 

ernesto.julia@gmail.com

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