Mi vecino el suicida

Eutanasia.
Eutanasia

Lo encontré el otro día paseando por nuestra calle, que tiene unos árboles muy bonitos en estos días de primavera. Con su bastón, despacio, porque está muy gordo y debe tener una cadera algo mal. Cara de bonachón y aire tranquilo. Dicen que ha tenido varios intentos de suicidio. Una vez se asomó a su ventana del octavo a la calle, con la suerte de que lo vio algún viandante que adivinó sus intenciones. Llamaron al 112 y rápidamente hubo quien le volvió a casa. Y uno piensa, menuda depresión debía tener en ese momento el pobre.

En su último intento cayó en el patio junto a mi ventana. Sonó un ruido sordo y descubrimos su cuerpo inmovilizado. Llamamos de inmediato a los servicios sociales. Con una rapidez sorprendente, se presentó la policía que comprobó la gravedad de la situación y llamó a Samur. De inmediato se personaron médicos y enfermeras que procedieron con rapidez a reconocer a aquella persona. Vieron que estaba vivo y en pocos minutos le estaban administrando oxígeno, le pusieron una vía para los medicamentos y al rato vieron que se estabilizaba.

Tuvo suerte mi vecino porque pegó, en la caída, en un aparato de aire acondicionado que le hizo rebotar hacia la pared contraria donde rompió una mampara, y el suelo donde cayó es flotante. Todo eso hizo que el golpe, siendo terrible, no acabara con su vida. Pero, si no le hubieran atendido de inmediato, hubiera muerto.

El despliegue fue muy espectacular porque estaba la policía y enseguida llegaron los bomberos que se percataron de que el aire acondicionado del vecino del quinto podría caerse y, abajo, además del vecino, estaban un montón de personas atendiéndole. Además, llegaron también los del Summa, por si eran necesarios. Total, que, en el patio, que es pequeño, había más de diez personas, y en mi casa, por donde habían entrado todos, otros tantos, esperando para echar una mano. De hecho, entre unos y otros, un buen rato después, se llevaron a mi vecino en una camilla, con dificultad, porque son espacios estrechos y ascensores no muy grandes, y porque él es muy gordo.

Le salvaron la vida, y ahora, mejorado de su depresión y del bofetón, ahí lo tenemos paseando despacito y pensativo.

La versión probable de los hechos dentro de unos meses, si llegan ciertos partidos al poder dispuestos a aprobar la una ley de eutanasia, sería esta:

Percatados de la caída de un hombre al patio, se avisa de inmediato a la policía. Llegan con gran rapidez al lugar de los hechos y advierten que aquel hombre no ha muerto. Avisan a los servicios de urgencia que llegan poco después. Una médico y unos enfermeros con una camilla. Comprueban que, a pesar del tremendo golpe, el hombre está vivo. Conversan unos instantes entre ellos y deciden que, si aquel hombre ha querido matarse, como parece evidente, tenemos que ayudarle. Pobre, no le vamos a prolongar esta terrible vida. Y, no solo no le administran oxígeno ni otra ayuda intravenosa. Únicamente le hacen respirar, con un algodón en la nariz, una sustancia que le deja sin las pocas fuerzas vitales que tenía.

¿Puede pasar esto? ¿Pueden pasar cosas peores? ¿Alguien sabe hasta qué límite se puede llegar desde el momento en que se permite matar? Porque lo propio, lo que se hace desde siempre, y lo que llevan en la sangre los médicos y enfermeras, es salvar las vidas. Pero si eso ya no importa tanto…

 
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