Luis de Moya, cura tetrapléjico ejemplar

Luis de Moya.
Luis de Moya.

Ya la he pedido a Luis, en cuanto he conocido que ha fallecido, que interceda ante Dios por mí y por todos los que llevo en el corazón.

Aunque al principio yo no entendía nada, él me enseñó, seguramente sin pretenderlo, que todo lo que ocurre en nuestras vidas es valioso y si además conlleva un sufrimiento grande que no podemos evitar es todavía más valioso, porque se parece más al sufrimiento de Cristo en la Pasión y la Cruz.

¡Claro qué Jesús pudo evitar todo lo que padeció! Bastaba una palabra suya para que nada ni nadie tuviera sobre Él ningún poder. Sin embargo, no lo hizo porque la fuerza de su amor por todos los hombres era y es inmensamente más grande que su poder.

Su sufrimiento nos redimiría, su pasión nos obtendría el perdón, su muerte nos conseguiría, con nuestra correspondencia, estar para siempre con Él junto a su Padre y nuestro Padre Dios.

Esta misma fue la opción de mi querido amigo Luis. Yo conviví con él. Yo pasé noches junto a él en la Clínica Universitaria de Navarra cuando tuvo el accidente. Yo le llevé a pasar tardes en el campo a recoger setas, cuando él era ya tetrapléjico, que era una de sus aficiones y él no podía recoger nada. Las recogía yo, pero él sabía mucho de setas y yo no tenía ni idea.

Me dejó asombrado cuando me pidió que le escaneara un montón de libros de espiritualidad para utilizar luego en el ordenador que manejaba con un tubito que salía de su boca. Claro, es que él seguía siendo capellán de la universidad y sacerdote. Y así, hasta el final.

Heroico, valiente y, para mí, muy santo.

 

 
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