Leves reflexiones sobre la penitencia como virtud

Cuaresma, miércoles de Ceniza.
cuaresma

El imaginario español asocia la Cuaresma con actos personales de penitencia. Recuerdo un artículo de hace muchos años, quizá de Evaristo Acevedo, que relataba con gracia la parábola del creyente que dejaba de fumar durante esa época del año. Murió ya en la Pascua, como también otro buen amigo, que preguntó por él al llegar al Cielo. San Pedro le explicó que estaba en el purgatorio, penando la culpa de haber hecho imposible la vida de su mujer durante la Cuaresma… Hoy sabría, como recordó el papa Francisco hace unas semanas, el carácter social, solidario, de las manifestaciones externas de la vida cristiana.

La realidad del sacrificio está presente en casi todas las religiones. A veces, no se trata sólo de adorar al Todopoderoso, reconociendo que la humanidad está en sus manos. Puede coexistir con un deseo de aplacar la posible ira de los dioses ante los errores terrenos. Cuando san Pablo escribe a los de Corinto que ha venido a ser peripsema, basura del mundo, desecho de todos, algunos exégetas relacionan estas expresiones con una costumbre de ciertas ciudades griegas: ante una desgracia o calamidad pública, un ciudadano se prestaba, tras vivir a lo grande durante un período de tiempo, a ser sacrificado a los dioses como víctima expiatoria, para librar a la población de aquellos males dramáticos.

No es el caso de la religión cristiana, que contempla a Dios como Padre, misericors et miserator, según términos de la Sagrada Escritura repetidos en la liturgia durante la Cuaresma. Hasta 43 veces aparecen en las conocidas Concordancias, sin contar las innumerables referencias a misereor o misericordia.

He sentido estos días curiosidad por la etimología de la palabra penitencia (incluida también en varias decenas de pasajes bíblicos). Pero no he acudido a un diccionario de teología, sino al viejo “De Miguel”. Supongo que habrá hoy mejores diccionarios de latín, pero sigo aferrado al que conocí cuando estudiaba lenguas clásicas en el antiguo bachillerato. Según Raimundo de Miguel, poenitentia deriva de punio, castigar por algo que produce descontento, desagrado; pero también descontento con uno mismo, y de ahí arrepentimiento, dolor (en Tito Livio). En la Escritura, se refiere normalmente al pecado, a la ruptura por el pueblo elegido de la alianza con Yahvé, y abre el camino de la conversión, amparado por la misericordia y el perdón divino, junto con su aliento y las diversas gracias sacramentales y actuales.

Las referencias son continuas en la liturgia de estos días. Enlazan con un comentario que he leído recientemente en el volumen 2º del Jesús de Nazaret de Ratzinger-Benedicto XVI. Cita un texto de Ruperto de Deutz (s. XII) sobre la llamado oración sacerdotal de Jesús, recogida en el capítulo 17 del evangelio de san Juan “pontifex summus propitiator ipse et propitiatorium, sacerdos et sacrificium, pro nobis oravit”. Él mismo ofrecía el sacrificio y la víctima propiciatoria sacrificada, sacerdote y sacrificio.

Es un tema muy propio del Nuevo Testamento, desde la predicación del Bautista y tantas palabras del propio Señor. Lo resumen bien unas palabras del Pastor de Hermas, Mandam. IV, 2: “a todos los que se arrepienten les concedo inteligencia. ¿O es que no te parece –me dijo que este mismo arrepentirse es un género de inteligencia? (…) Porque el pecador que hace penitencia cae en la cuenta que hizo el mal delante del Señor y sube a su corazón el remordimiento de la obra que ejecutó y se arrepiente y ya no vuelve a obrar el mal, sino que se entrega a la práctica del bien por múltiples modos y humilla y atormenta su alma por haber pecado”.

En este contexto, no puedo por menos de recordar a san Juan Pablo II, que usó ampliamente conceptos del Adviento y de la Cuaresma en la preparación del jubileo del 2000, elemento esencial para entender a fondo su pontificado. Termino con una breve cita de la carta Tertio Milenio Adveniente, 50: “El anuncio de la conversión como exigencia imprescindible del amor cristiano es particularmente importante en la sociedad actual, donde con frecuencia parecen desvanecerse los fundamentos mismos de una visión ética de la existencia humana”.

 
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