La valentía de un Obispo

Mons. Thomas Paprocki, obispo de Springfield
Mons. Thomas Paprocki, obispo de Springfield

Es bien sabido que fundaciones americanas, y una serie de gobiernos USA, han promovido el aborto y la ideología de género en todas sus variedades, con un especial realce hacia la homosexualidad practicada, en todas las naciones en las que le ha sido posible, y de maneras claramente dictatoriales.

Las reacciones de una buena parte de la sociedad americana en defensa de la vida, y para frenar la imposición de las lgtbi, están siendo muy fuertes y valientes. Al lado de un par de estados que han hecho leyes para permitir el aborto desde la concepción hasta los movimientos de la criatura queriendo salir del vientre materno, y en Nueva York hasta después en algunos supuestos; ha habido otros que han cerrado la posibilidad del aborto indiscriminado en cualquier momento del embarazo: si late el corazón de la criatura no se le puede descuartizar.

Dos hechos valientes y decididos de dos autoridades, una eclesiástica y otra civil, me han llamado la atención dentro de estas reacciones.

El primero, el de un juez de Kentucky que ha negado a parejas de homosexuales el derecho a adoptar a un niño. Sus palabras han sido claras. Nadie tiene derecho a adoptar. Solo el niño tiene derecho a ser adoptado; y adoptado por un padre y una madre. Sus palabras no dejan lugar a ninguna duda:

“El niño tiene el derecho superior de recuperar lo que ha perdido en lo natural: un padre y una madre. El niño no es un producto para satisfacer un anhelo emocional, ideológico o político, el niño es el fin supremo de la sociedad y del estado”.

El autor de otro hecho valiente y decidido es el obispo de Springfield, en el estado de Illinois, uno de los estados que ha dado vía libre al aborto.

En el decreto que ha enviado a todos los sacerdotes de la diócesis, entre otras cosas les dice que: “Todos los legisladores católicos de Illinois que votaron a favor de la nueva Ley de salud reproductiva del estado, e incluso a favor de un proyecto de ley anterior, del año 2017 que legalizaba la financiación de los abortos con dinero de los contribuyentes, no pueden presentarse para recibir la Sagrada Comunión en la diócesis, sin reconciliarse primero con Cristo y con la Iglesia”.

El obispo da un paso más. Nombra al presidente de la Cámara de Representantes y al presidente del Senado de ese estado, que se declaran católicos, y les recuerda que no pueden recibir la Sagrada Comunión porque han votado a favor de esas leyes, y “han persistido obstinadamente en promover el crimen abominable y el grave pecado del aborto”.

El obispo es muy consciente del daño que causa a la fe católica a nivel nacional esta actuación de políticos que se dicen católicos y después aprueban leyes contra la Ley de Dios, contra la ley natural. En definitiva, leyes que llevan al suicidio de cualquier sociedad humana, además de la grave ofensa a Dios y a los hombres.

 

Un obispo valiente, que quiere defender la fe de todos sus fieles; defender la Verdad de Cristo para el bien de quienes Le conocen y de aquellos que algún día le conocerán. Un obispo que no admite componendas “pastorales”, que pisotean la doctrina, la Verdad y la ley moral; y no teme las reacciones que esos políticos, falsamente católicos, puedan tener contra él.

Un obispo, en definitiva, que sabe que tiene que dar cuenta a Dios -y sólo a él y no al gobernante civil o eclesiástico de turno-, de la misión que el Señor le ha encomendado. Transmitir íntegras las verdades de la Fe y de la Moral, tal como la Iglesia los ha manifestado a lo largo de su historia, no obstante, las miserias de tantos eclesiásticos; y sin dejar lugar alguno a “discernimientos” que permitan a los hombres, y las mujeres, descargar sobre Dios las miserias de los pecados más abominables.

ernesto.julia@gmail.com

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