La Iglesia, los obispos y la Constitución

Vaticano.
El Vaticano.

Con motivo de los actos del cuarenta aniversario de la Constitución, sorprende, una vez más, las escasas referencias en la opinión pública y publicada a las relaciones entre la Iglesia y la Transición, y al papel que la Constitución está jugando como marco para el adecuado ejercicio de la misión de la misión de la Iglesia. 

Es cierto que el cardenal Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal,  hizo, en el discurso inaugural de la pasada Asamblea Plenaria, una amplia referencia explícita a este aniversario. 

Dijo con mucha razón que “los católicos estamos satisfechos de haber prestado la ayuda que estaba en nuestras manos, nos sentimos bien integrados en el sistema democrático y es nuestra intención continuar participando, desde nuestra identidad, en la justicia, la solidaridad, la paz, la convivencia y la esperanza de nuestra sociedad. Ni deseamos ponernos medallas ni queremos ser preteridos”. 

Pero se está imponiendo un relato, una narrativa, sobre la Transición en la que se distorsiona el papel que determinados actores públicos de la Iglesia jugaron en ese período. 

Fijémonos, para asentar datos, fechas, textos y conceptos, en la declaración colectiva de la 27 Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, con fecha de 26 de noviembre de 1977, “Los valores morales y religiosos ante la Constitución”, en la que se señalaba que la Constitución debe tener un fundamento ético. 

Lo que hicieron los obispos entonces, y lo que hacen ahora, es recordar que la contribución de los católicos a la construcción de una comunidad ética nacional y supranacional no se puede hacer sin la memoria. 

El cardenal Tarancón, motor eclesial del cambio, escribía en 1977, en una carta a sus fieles de la diócesis de Madrid, que “sin que el Estado tenga que entrar en juicios de carácter dogmático, sin que tenga que comprometer ninguna especie de confesionalidad, es claro que no puede ignorar lo que creen y profesan la mayor parte de los ciudadanos. No vamos a pedir un orden constitucional a nuestra medida, ni siquiera una constitución que resuelva nuestros problemas. Pero sí tenemos derecho a exigir una constitución que reconozca y dé vigencia a nuestra presencia en el mundo real de nuestra sociedad”. 

Por cierto, se ha escrito y se ha dicho, también, que diez obispos se opusieron a la Constitución, encabezados por el entonces arzobispo de Toledo, monseñor Marcelo González Martín, y por el obispo de Cuenca, monseñor José Guerra Campos. 

Pero vayamos a los documentos. El 28 de noviembre de 1978, don Marcelo envió una carta a sus sacerdotes acompañada de un breve texto titulado “Ante el referéndum sobre la Constitución”, en el que alertaba de las consecuencias de algunos artículos de la Constitución, tal y como estaban redactados, y que previsiblemente darían luz verde a fenómenos morales de legitimación social tales como el aborto, el divorcio, la equiparación de las uniones de hecho a la familia, o la indeterminación de la tutela de la libertad de enseñanza y de la igualdad de oportunidades educativas. Un texto que debe ser leído en su integridad. 

 

Veinticinco años después podemos preguntarnos si don Marcelo se equivocó en sus apreciaciones. 

        José Francisco Serrano Oceja

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