Una familia: hombre y mujer; mujer y hombre

Boda católica.
Boda católica.

“Hombre y mujer los creo”.

Así se recoge en el Génesis el comienzo de la vida del ser humano en esta tierra. Hombre y mujer; mujer y hombre.  En los planes del Creador estaba –y sigue estando- el que el hombre y la mujer, la mujer y el hombre, se amasen, y con ese amor le ayudasen a Él, a tener en la tierra otros hijos como ellos.

Y así se puso en marcha la historia del hombre sobre la tierra. Y de esa familia han seguido generación tras generación de hombres y mujeres poblando la tierra; y Dios, Creador y Padre, pudo ver con alegría, que el hombre y la mujer habían hecho caso a su indicación tan clara y precisa: “creced y llenad la tierra”.

Con el pecado original, el hombre y la mujer decidieron no obedecer al Creador y montar su propia vida sobre ellos mismos. Los primeros padres se arrepintieron, pero la semilla del pecado quedó viva en sus hijos e hijas; y un hermano mató a otro hermano. Y siguieron creciendo familias, y multiplicándose entre alegrías y penas, cosas buenas y cosas malas; pero siempre familias, y a la primera unión de hombre y mujer le comenzaron a llamar “matrimonio”, porque había una matriz y una madre: y cuando llegaron los hijos, los nietos, los biznietos, se dieron cuenta de que el matrimonio había dado origen a una gran familia.

Con esta familia, vivida de diversas maneras a lo largo de los tiempos y en los todos los lugares del planeta, y siempre hombre-mujer,  e hijos, si han venido,  nacidos del hombre y de la mujer, el ser humano ha construido un sinfín de civilizaciones, ha levantado culturas de lo más diversas; y en medio de diferentes religiones ha mantenido siempre un vínculo con un Dios, con el que se consideraban religados y ante Quien se sentían culpables, por algún motivo que no acababan de entender muy bien: el pecado original.

A la pregunta: ¿Cuál es la naturaleza de la familia en el plan de Dios?, el compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, responde:

“En el plan de Dios, un hombre y una mujer, unido en Matrimonio, forman por sí mismos y con sus hijos, una familia. Dios ha instituido la familia y le da dotado de su constitución fundamental. El Matrimonio y la familia están ordenados al bien de los esposos y la procreación y educación de los hijos. Entre los miembros de una familia se establecen relaciones personales y responsabilidades primarias. En Cristo la familia se convierte en Iglesia doméstica, porque es una comunidad de fe, de esperanza y de amor” (n. 456).

Y estos hombres, y estas mujeres, han llegado a la luna; han sido buenos samaritanos de tantas personas que han sido asaltados por todos los caminos. Han enseñado a amar a los demás, sin esperar nada a cambio a una generación tras otra.

Al cabo de miles, cientos de miles, millones de años, que sobre esto me da la impresión de ni los etnólogos ni los antropólogos llegarán a un acuerdo unánime, unos cuantos hombres y mujeres piensan - ¿es un verdadero pensamiento o es un simple capricho ilusorio? -, o mejor, deciden que dos hombres entre ellos y dos mujeres también entre ellas, pueden formar una “familia”. Esas uniones, ¿son verdaderamente una familia? ¿Qué clase de familia?

 

Entre ellos, y poniéndose más o menos de acuerdo, pueden firmar un contrato de servicios abierto a lo que sea, pueden establecer una asociación para usos múltiples, pero nunca pueden formar una familia.

Los hijos no podrán llegar nunca; porque entre los dos hombres no hay ninguna matriz, ningún óvulo, ni ninguna madre, por mucho que uno de ellos quiera hacer de “madre”. Y entre las dos mujeres tampoco, porque hay matriz, hay óvulo, pero no hay ningún semen que fecunde el óvulo, por mucho que una de ellas quiera hacer de “padre”.

Y pretenden tener los derechos de la familia, y una legislación familiar, cuando su realidad nada tiene que ver con la Familia.

Usar esa palabra para referirse a esas uniones no es más que una manipulación del lenguaje.

 Matrimonio, familia. Hombre y mujer; mujer y hombre; así ha sido desde el primer hombre que asentó sus pies sobre esta tierra, y así será hasta la última mujer que haya visto morir a sus padres y no deje hijos.

ernesto.julia@gmail.com

                 

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