La dignidad de seguir viviendo

El papa Francisco en un encuentro con ancianos.
El papa Francisco en un encuentro con ancianos.

No es fácil entender, a veces, planteamientos y comportamientos de algunas personas e instituciones, que, además, se expresan, sin escrúpulos, públicamente, manifestando que el hombre y la mujer, cuando llegan a la vejez, se convierten, prácticamente, en unos cacharros inútiles.

El recorrido del ser humano a lo largo de toda la historia se ha centrado siempre en la búsqueda de una mayor felicidad y, actualmente, no sólo en la tierra, sino incluso ya también poniendo un pie en la luna.

Se trata del deseo innato en la naturaleza de todo ser humano que, por la dignidad que Dios nos ha otorgado, no se conforma, como otros seres vivos, con la satisfacción de sus necesidades más elementales de supervivencia: su alimentación, su reproducción y su autodefensa.

Todos deseamos continuamente vivir en un mayor estado de felicidad y, por eso, el hombre y la mujer ha progresado, enormemente, a lo largo de la historia, investigando y descubriendo los mil diversos modos de ser más hombre, más mujer, mejor hombre, mejor mujer y, además, vivir más años, transmitiendo tales progresos a las nuevas generaciones, para que ellos también lo sean.

Nuestra historia está marcada por los grandísimos éxitos humanos que han hecho más fértiles los campos, la ganadería, el comercio y las empresas, la industria; no digamos ya la educación y las ciencias; la sanidad; los medios de transporte; los medios de comunicación e información; las artes; el deporte, el turismo, el ocio, la diversión…y un larguísimo etc.

Un avance del ser humano, grandioso y reciente, ha sido enseñar y aprender a vivir siendo mayor.

Deberíamos todos sentirnos orgullosos cuando coincidimos por las calles con esas señoras y señores que pasean a sus nietos o van a comprar el pan o simplemente van solos, caminando a pequeños pasos o incluso con bastón o muletas o se reúnen con unos amigos, también de su misma edad, para “echar la tarde o la mañana”,  llevando sobre sus hombros la dignidad de una larga vida: un gran cartel que dice “VALE LA PENA EL PROGRESO, VALE LA PENA SEGUIR VIVIENDO”.

 
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