El cardenal Omella es así

Omella durante la rueda de prensa.
Omella durante la rueda de prensa.

Sin lugar a dudas el gran protagonista de este tiempo eclesial, no sé si decir también líder mediático de la Iglesia en España, es el cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona. En esto de los medios y los líderes eclesiales hay un notable bajón de presencia y elocuencia, que afecta tanto a lo que debe aparecer como a lo que no.

Una muestra de ese protagonismo son los recientes nombramientos que llevan su santo y seña. Se dice que, incluso, no estuvo muy lejos del hecho de que  monseñor Carlos Manuel Escribano fuera vicario de monseñor Ureña y que ahora se ha completado el ciclo histórico. Pero no es de esto de lo que tratamos. Al fin y al cabo, los obispos no son de unos, ni de otros. Son de Cristo y de su Iglesia, y del Papa Francisco en todo caso. Si no, mal vamos.

Por cierto, convendría que no se olvidara la historia. No sé si recordarán, allá cuando se inauguró el nuevo siglo, la famosa crisis de “Manos Unidas” que llevó a un cambio en la directiva, también estatutario, después de no poco revuelo. El obispo clave en ese proceso fue monseñor Omella. Por lo tanto, sabe lo que es la orientación de una asociación de Iglesia hacia los fines propios. Curiosamente, monseñor Escribano fue Consiliario de Manos Unidas después. Círculos coincidentes y concéntricos. Lo que no sé es si el actual arzobispo de Zaragoza habla catalán.

Está claro que el cardenal Omella aglutina los cargos de Presidente de la Conferencia Episcopal, arzobispo de Barcelona, miembro de la Congregación de los Obispos et alii. No sé si esto es concentración de poder, espejo del pasado o idiosincrasia coyuntural. Buenos avales.  

Pero, tal y como ocurrió en la rueda de prensa de presentación del nuevo obispo auxiliar del cardenal Omella, tres eran tres, lo que don Juan José ha demostrado es que dice lo que piensa, porque se considera legitimado para decirlo como ejercicio de verdad y libertad. Y lo dice con sentido histórico, de forma que todo el mundo le entiende.

Es un lugar común que al nacionalismo reinante el cardenal Omella no le cae muy bien. Es decir, que no actúa en el modelo estímulo-respuesta. Y esto no agrada ni al poder político nacionalista, que siempre ha utilizado a la Iglesia como medio privilegiado para sus fines, ni a determinados sectores eclesiales que preferían un arzobispo que contemporizara más.

¿Pero cómo se le ocurre al cardenal Omella decir que “la monarquía contribuyó favorablemente en la Transición y hay memorias muy selectivas desgraciadamente en nuestra sociedad española, que olvida según intereses y potencian cosas en beneficios de otras”?¿Si media Cataluña está empujando como nadie la República?

Y encima añadió: “Creo que tenemos que ser justos. Tanto la Iglesia española desde el cardenal Tarancón con todo el episcopado que había, apoyó decididamente ese paso a la democracia y el Rey también lo hizo y se jugó mucho aquella noche (en referencia al 23-F) y en aquellos años”.

Es más. El empeño de que la denominada Conferencia Episcopal Tarraconense, que de Conferencia Episcopal tiene, seguro, el nombre, -lo demás quedó pendiente colgado en la historia-, se implique en pedir el indulto para los presos.

 

La respuesta ha quedado clara con las palabras del cardenal Omella: “Hago mío el dolor de los presos y sus familias, pero ha habido una sentencia judicial y peticiones de amnistía e indulto, eso lo tiene que resolver la Justicia. Que más querría yo que no hubiera presos de ninguna clase. La Justicia en nuestra sociedad democrática administra las sentencias. Nos gustarán más o menos, pero en eso quiero ser respetuoso”.

Bien. Estoy esperando con ganas el discurso del cardenal Omella en la inauguración de la próxima Asamblea Plenaria del episcopado. Aunque sea telemática.

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