La batalla pro-vida, ¿es sólo cuestión política?

Bebé en el vientre materno.
No nacido en el vientre materno.

En esta Europa que está abandonado a marchas forzadas desde hace ya más de cien años los fundamentos y los rastros cristianos en su cultura; y por consiguiente también en su vida política y social, se ha levantado una cierta polémica con unas palabras de un arzobispo italiano que trabaja en el Vaticano.

Después de comentar en una entrevista que los temas de ética y moralidad no son la preocupación de una nación, sino que se han convertido en «un tema global»; afirmación ciertamente obvia aunque una preocupación no quita la otra; añadió una consideración de repercusión más amplia.

«Sería muy perjudicial», dijo, «si algún tema de bioética se extrae de su contexto general y se pone al servicio de estrategias ideológicas. Sería muy perjudicial».

«Por eso creo que instrumentalizar algún tema con fines políticos es perjudicial”, (la entrevista ha sido interpretada como un solapado camino para intervenir en las elecciones de los Estados Unidos, en las que el tema Pro-Vida tiene una importancia capital). A la vez expresó la esperanza de que toda la cristiandad, no sólo en Estados Unidos, «encuentre en los hombres y de buena voluntad una alianza para que la vida de todos, sobre todo la de los más débiles, sea defendida desde el principio hasta el fin, desde el vientre de la madre hasta el momento de la muerte».

Ese tema bioético es nada más y nada menos que la defensa del concebido no nacido, que con tanta valentía y sacrificio, y tantos obstáculos, llevan adelante las asociaciones Pro-Vida., 

¿Qué se pretende con una afirmación semejante?, ¿que ningún político, ningún votante anuncia su posición Pro-Vida? ¿La batalla de Pro-Vida no tiene acaso una gran repercusión social y moral, además de política, en la vida de las naciones?

 En la Nota Doctrinal de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 2002 se dice: "La conciencia cristiana bien formada no permite que nadie favorezca, con su voto, la implementación de un programa político o de una ley en la que los contenidos fundamentales de la fe y la moral son subvertidos por la presentación de propuestas alternativas o contrarias a estos contenidos”.

¿No es esta una clara invitación a los votantes de fe católica, estén en el país que estén, y a católicos dedicados a la política, para que defiendan la vida del concebido no nacido también en las leyes de sus países, y en la vida social?

En unas declaraciones tres días después esa misma persona -¿quería rectificar algo de lo dicho tres días antes?- afirmó que “promover legislaciones a favor del aborto y de la eutanasia es un gran error”. Y añadió que “la ideología de género es un retroceso cultural, es un paso atrás”.  ¿Solamente un “gran error” y “un retroceso cultural”?

 

El aborto es un cáncer que está corrompiendo el pensamiento y la convivencia de los países y de las familias que lo practican sin más; es un hecho más corrosivo de lo que se piensa, y de lo que aparece a primera vista. Una vez aceptado el derecho a matar ¿qué barreras puede establecer un gobierno para exigir moralidad y honestidad en las cuestiones públicas? Si los votantes y los políticos no se atienen a normas morales en defensa de la vida y de las familias, verdadero soporte de toda sociedad, y rechazan esa matanza de inocentes, con toda misericordia para las mujeres que abortan en un momento de desesperación y oscuridad, y que después se suelen,¿para qué sirven las elecciones y los gobiernos?

ernesto.julia@gmail.com

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