En el aniversario de Shahbaz Bhatti, Asia Bibi sigue en peligro de muerte

La defensa de esta sencilla campesina, madre de cinco hijos, había llevado también a la muerte al gobernador del Punjab, Salman Taseer, de religión musulmana, dos meses antes.

En Occidente sólo he leído el sentido recuerdo de Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad San Egidio en los años sesenta, cuando era un joven profesor de historia. Es hoy conocida por su trabajo en favor de la paz y por las iniciativas prácticas en países en vías de desarrollo. Quizá por su prestigio personal y social, lejos de la partitocracia italiana, Monti quiso contar con él en el Gobierno italiano para ocuparse de la cooperación internacional en tiempos de crisis.

Riccardi dedicó un artículo a Bhatti en Avvenire de Milán el pasado día 8. Lo calificaba en titular como "un mártir en el Pakistán dividido". Lo había conocido personalmente en Roma en septiembre de 2010. Le admiró su serenidad y su coraje, aunque no presentaba afán de heroicidades o protagonismos. Tenía una cita con él para pocos días después de su asesinato en Islamabad el 2 de marzo de 2011.

Escribe el fundador de San Egidio: "Bhatti era un cristiano enamorado de su país. A pesar de las amenazas contra su persona, nunca pensó abandonarlo. Luchaba y soñaba por un futuro distinto con una pasión plenamente evangélica. Ya a los trece años comprendió que su 'vocación' era gastarse 'por los cristianos y por los pobres'. Era un viernes santo y –relataba el propio Bhatti‑ acababa de escuchar una predicación sobre el 'sacrificio de Jesús'. Una fe profunda acompaña por encima de todo su carrera política".

Luchó muy joven para bloquear un proyecto de ley que habría obligado a incluir la confesión religiosa en el documento de identidad. Batalló siempre a favor de todas las minorías, sin distinción. Con ocasión del terremoto de 2005, se ocupó también de los musulmanes sin hogar. El diálogo con el Islam era compatible con su gran batalla para reformar la tristemente famosa ley sobre la blasfemia, que sigue condenando a demasiados inocentes.

En su defensa de Asia Bibi, símbolo actual de esta lucha a nivel mundial, estaba persuadido de que la solución debía encontrarse en Islamabad, con las autoridades religiosas y civiles de Pakistán. Bhatti no era hombre de partido, y no deseaba ser parlamentario ni ministro. Aceptó ocuparse del departamento de las minorías después de mucha resistencia. Y en sus tres años de mandato, de 2008 hasta su muerte, su capacidad de diálogo obtuvo buenos resultados, como la ley que establece el mínimo del 5% para las minorías en los cargos públicos, o la institución de la Fiesta de las Minorías, el 11 de agosto, aniversario del histórico discurso en que Ali Jinnah proclamó en 1947 la igualdad de derechos para todos los ciudadanos.

Algunos de estos logros fueron recordados en Islamabad el 6 de marzo por importantes personalidades políticas y religiosas, en una sesión organizada en Islamabad por su hermano Paul, Presidente de la All Pakistan Minority Alliance y Asesor del Primer Ministro para la Armonía religiosa. El Primer Ministro de Pakistán, Yousaf Raza Gilani, mencionó el "valiente compromiso" de Shahbaz Bhatti, que "ha contribuido notablemente a mejorar los derechos de su pueblo". Recordó su gran su sueño de "un Pakistán donde todos los ciudadanos tengan los mismos derechos, y nadie sea discriminado". El Obispo anglicano de Lahore, Alexander Malik, concluyó: "No hay sacrificio más grande que dar la vida por una causa. Bhatti dio su vida por la igualdad y los derechos fundamentales de las minorías religiosas".

La aportación española a la libertad de Asia Bibi es la traducción del libro-testimonio, Blasphme!, de la periodista francesa Anne-Isabelle Tollet, con las declaraciones de Asia Bibi, a través de su marido Ashiq. Lo ha publicado, con el título Sacadme de Aquí, LibrosLibres en colaboración con Ayuda a la Iglesia Necesitada. Hasta ahora, en Europa, los grandes apoyos provienen de Italia y Francia. Asia Bibi lleva año y medio esperando contra toda esperanza una sentencia absolutoria en apelación.

 
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