Vivir en las periferias

La periferia también está en la ciudad. El 52 % de la población mundial vive en grandes ciudades. Un cifra que alcanzará, en el 2050, el 70%.  La población urbana de Europa es el 70%, y en América Latina el 80%. Según el sociólogo Manuel Castells, el patrón de crecimiento metropolitano es la expresión de dos procesos característicos de nuestro tiempo: la globalización y la revolución de las tecnologías de la comunicación.

Desde que era arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio manifestó una especial sensibilidad hacia el problema de la presencia del Evangelio en las grandes ciudades. El 25 de agosto de 2011 pronunció un relevante discurso en el primer Congreso Regional de la pastoral urbana. Afirmó que “la Iglesia en sus inicios se formó en las grandes ciudades de su tiempo y se sirvió de ellas para expansionarse”. De los primeros siglos del cristianismo se conoce su expansión en algunas grandes ciudades, lo que no significa que sea un fenómeno urbano. La fe cristiana se extendió desde las periferias palestinenses hasta Roma, centro de la “ekumene”. En ese proceso acumuló una rica experiencia urbana, mientas se presentaba como una religión con vocación universal.

Cuando el Papa Francisco recuerda que “Dios vive entre ciudadanos”, está diciendo que Dios está presente en la historia. Y como señala el teólogo argentino Carlos María Galli, si de Dios es más lo que no sabemos que lo que sabemos, de cómo hacer presente el cristianismo en las grandes ciudades es también más lo que no sabemos que lo que sabemos. La pregunta sobre el cristianismo en las cosmópolis es la cuestión de cómo articular un cambio de mentalidad en la Iglesia respecto de la misión; cómo dialogar con la multiculturalidad; cómo prestar atención a la religiosidad del pueblo; y cómo atender a los pobres urbanos.

Vivimos también en la Iglesia tiempos de "desplazamientos", que no quiere decir de oportunismos, ni de cambio de sastrería. La definición de Marcel Gauchet del cristianismo como la “religión de la salida de la religión” acompaña la invitación del Papa Francisco a la Iglesia, a los nuevos movimientos y realidades eclesiales, a “dejar de ser autoreferencial y salir a las periferias”. Una trayectoria que no significa que la circunferencia esté en todas partes y su centro en ninguna. El Papa alienta un camino que nos permitirá conocer mejor la superficie y profundidad del centro en la medida en que hayamos recorrido la travesía hacia la periferia. 

 
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