Trifulca por un templo

La noticia no ha tenido eco en la prensa nacional; y es muy comprensible. Pero no deja de ser bien significativa, y un buen reflejo, aunque leve, de algunos detalles del mundo que nos rodea.

En una pequeña ciudad que tiene su nombre inscrito en las Guías de Carreteras, ha surgido una polémica entre el ayuntamiento y el párroco de la iglesia principal.

La iglesia, que tiene un cierto interés artístico, está algo deteriorada. El párroco se encuentra en dificultades económicas para arreglarla; y celebra la Santa Misa y todos los Sacramentos en otra iglesia menor. El ayuntamiento quiere devolver todo su esplendor al templo, y apropiárselo, para celebrar allí las bodas de los ciudadanos que quieran casarse en el matrimonio civil.

El párroco, hombre de fe, se opone lógicamente a que se utilice un lugar de culto religioso –también por aquello de la separación Iglesia – Estado- para un acto civil sin ningún vínculo con la Fe, con la Iglesia. El párroco se ve apoyado en todo por su obispo. Ya llegará el momento en que la Fe que levantó esa iglesia antigua, la haga de nuevo resplandecer para bien de los creyentes y gloria de Dios.

La polémica está en marcha, y esperemos que no acabe en alguna escaramuza o trifulca, y el ayuntamiento desista de sus pretensiones.

Lo curioso de esta contienda, me parece a mí, es el empeño de los ediles en todos estos avatares. No se les ocurre pedir el templo para celebrar la fiesta de la Constitución, ni para celebrar ningún otro acto civil, político, semejante.  Lo quieren para “celebrar” matrimonios civiles, que en realidad, y legalmente, el ayuntamiento no los “celebra” en el sentido más profundo y rico de la palabra; sencillamente toma nota de que dos personas se quieren unir de esa manera, y hace una anotación en un registro para dejar constancia, como puede hacerlo un registrador de la propiedad, un notario.

¿Qué pretende este ayuntamiento? ¿Dar más “categoría” al matrimonio civil realizándolo en un antiguo templo? ¿Llenar el vacío humano de una simple anotación en un registro, con unos protocolos más o menos ceremoniosos que traten de dar relieve a lo que se está haciendo?

Si eso es así, y parece lógico que se realce una unión semejante entre personas, ¿por qué en un antiguo y artístico templo? ¿No les basta el casino del pueblo? ¿Añoranza de un matrimonio bendecido por Dios? ¿Nostalgia del matrimonio indisoluble, para toda la vida, “hasta que la muerte nos separe”?

O, sencillamente, ¿pretensión del aparato “político” de turno de adoctrinar a los hombres y a las familias; de convertir en realidad el “todo es política”, también el matrimonio? Y, ¿qué tiene que ver el matrimonio con la política, y la política con el matrimonio?

 

¿Pero tú no sabes, me dijo un amigo, que en algunos ayuntamientos se han organizado como pequeñas “capillas”, con mesa, flores y velas, y hasta con lecturas de las epístolas de San Pablo, para “celebrar” los matrimonios, y las demás “uniones” reconocidas en la ley? ¿Y que hay alcaldes y ediles que van presumiendo por ahí de que “han casado” a tantos y a cuantos?

Hombre, le comenté, algo me había llegado, pero eso de que “casan” no sé de donde se lo han podido sacar. Los curas sabemos muy bien que quienes se casan son él y ella; ella y él. Nosotros somos sencillamente testigos de lo que ellos hacen en el Señor y en la Iglesia.

Cuesta mucho desprenderse de la “nostalgia de Dios”, me dijo mi amigo. Y ante la banalización del vínculo matrimonial, que estamos viviendo ahora con tanto divorcio, divorcio “esprés”, a lo mejor están descubriendo que hay gente a quienes les trae sin cuidado esa “anotación registral en el ayuntamiento”, viven por su cuenta a su aire y modo, sin unión de ningún tipo; y quieren atraerlos con la solemnidad y el incienso del viejo templo. Ya sabes que a la “gente” le gusta un cierto “espectáculo” para que también los novios vean la unión con más seriedad.

Incluso –siguió mi amigo- sé de algún alcalde, juez o funcionario que siempre va de “vaqueros” y camiseta, que quiere establecer unas vestiduras, una música, y hasta algo de “aroma”, para cuando tengan que participar en un matrimonio civil.

Y no me extrañaría, terminó mi amigo, que el alcalde de ese ayuntamiento quiera el “templo”, porque está pensando hacer una ordenanza municipal para ser recibido hasta con incienso, cuando llegue a ese lugar para dejar constancia de una boda.

No sé cómo terminará la polémica, que ya empieza a ser contienda. Espero que no acabará en trifulca. Y que el párroco vuelva a celebrar las bodas en el Señor y en la Iglesia, con toda solemnidad, y sin ningún “espectáculo”, en el Altar Mayor de la iglesia principal, ya reparada.

ernesto.julia@gmail.com

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