Teología en clave de mujer

La profesora Carmen Álvarez, por cierto, iniciadora junto con el sacerdote Juan Pedro Ortuño, de esa realidad eclesial que es "Mater Dei", que está haciendo furor en algunas parroquias de Madrid entre los matrimonios jóvenes, y los no tan jóvenes, pronunció un discurso de lujo de ingreso titulado "Notas sobre una analogía sacramental articulada en torno al lenguaje del cuerpo".

A la sección de teología de la citada Academia pertenecen, entre otros, el arzobispo de Madrid, cardenal Rouco Varela, y el obispo auxiliar de Madrid, monseñor Juan Antonio Martínez Camino, la profesora Blanca Castilla de Cortázar..

A partir de las catequesis del cuerpo de Juan Pablo II, y con no poca teología de Joseph Ratzinger y de Benedicto XVI, la profesora Carmen Álvarez, que lo ha sido también del Centro de Estudios Teológicos de Granada, se introdujo por los derroteros de analogía teológica, que no de la alegoría, de corte sacramental, para explicar la realidad sacramental desde la nupcialidad de Cristo.

La íntima relación entre matrimonio y Eucaristía quedó patente a partir de la idea de la tesis de que si es esponsal el don eucarístico de Cristo y de la Iglesia, "en cierto modo también ha de ser eucarístico y sacramental el don conyugal de los esposos". "De ahí –señaló la conferenciante- que, siendo la Eucaristía el sacramento del cuerpo entregado y el memorial de ese inefable y arquetípico misterio nupcial, es también, por analogía, el sacramento hacia el que apunta y se refiere el sacramento del matrimonio. La expresión de Juan Pablo II, que hace de la Eucaristía el sacramento de los Esposos, nos invita, por tanto, a ahondar en esta segunda acepción de la analogía nupcial, es decir, en la relación profunda y esencial que vincula el sacramento del matrimonio con el sacramento de la Eucaristía".

Uno los apuntes más interesantes fue la defensa del sacerdocio ministerial del varón, que tuvo el siguiente reconocimiento –perdón por la larga cita- : "La diferencia sexual, además de entenderse en función de la conyugalidad propia del matrimonio, adquiere un particular significado cuando viene considerada en función de la dimensión nupcial propia de la Eucaristía. En un sacramento, que discurre internamente sobre la lógica del don esponsal del cuerpo, la masculinidad del ministro de la Eucaristía adquiere un valor sacramental indispensable y esencial al sacramento. En efecto, solo el varón, en cuanto ministro que celebra ese sacramento in persona Christi, puede hacer presente al Esposo Cristo precisamente en el modo propio de la masculinidad y en el modo propio en que se entrega todo esposo, es decir, saliendo de sí mismo hacia la esposa. Por eso, no significa lo mismo decir "Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre" en boca de un varón, o en boca de una mujer. Esas palabras exigen la sacramentalidad específica de la masculinidad del varón, el único capaz de hacer eficazmente presente el modo y la lógica interna del don propiamente masculino. De esta manera, la relación entre el don de Cristo como esposo y la identidad masculina del ministro de la Eucaristía se hace más unívoca que análoga, cosa que, en cambio, no puede decirse de la Iglesia. De esta manera, la diferencia sexual refuerza el carácter ciertamente substancial que reviste el hecho de que solo el varón puede ser el ministro adecuado de la Eucaristía".

José Francisco Serrano Ocejajfsoc@ono.com

 
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato