Sufridos y perdedores

Si Dios es infinitamente bueno, ¿por qué tantas desgracias naturales, guerras, muerte, enfermedad, pobreza, injusticia, círculos envenenados de poder, tanta envidia, tanto rencor, tanta frivolidad que hace daño?

Dios nos ha hecho libres; ante ti, el bien y el mal; la vida y la muerte; perdonar o tomar la pistola. Por eso tiene que haber otro mundo distinto, otra vida donde los que lloran, serán consolados infinitamente, los perseguidos encontrarán su casa, donde hay premio o castigo eterno. Cuando experimentamos un sufrimiento, lo que más daño nos hace no es tanto éste como su rechazo, al propio dolor añadimos otro tormento; el de nuestra oposición, nuestra rebelión, nuestro resentimiento y la inquietud que provoca en nosotros. La tensa resistencia que genera en nuestro interior y la no aceptación del sufrimiento hacen que éste aumente.

Mientras que, cuando estamos dispuestos a aceptarlo se vuelve de golpe menos doloroso: "Un sufrimiento sereno deja de ser un sufrimiento" decía el cura de Ars. De joven, todavía lo soy de corazón, quería cambiar el mundo. Ahora aspiro a reformarme en primer lugar a mí mismo. Nietstze decía que la religión cristiana es una religión de perdedores, que deben aceptar su miseria con resignación.

Madre Teresa, Josemaría Escrivá, Juan Pablo II, Josefina Bakkita (religiosa canosiana, que después de ser esclava (esclava literal) fue santa) el jiennense Lolo, el Padre Pío, Fray Leopoldo de Alpandaire demuestran lo contrario; perdedores aparentemente, pero libres y que vivieron vidas apasionantes y apasionadas, muy diferentes todas ellas.


 
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