San Pablo ¿misógino?

El actor Jim Caviezel (La Pasión de Cristo) interpretará al apóstol san Pablo y es de esperar que con éxito porque la vida de Pablo de Tarso es la gran aventura de un líder carismático, como se dice ahora. Jesucristo ya resucitado le fichó para ser el Apóstol de los gentiles, es decir, de quienes no pertenecen al Pueblo hebreo como él, fariseo, hijo de fariseos y educado en la Toráh a los pies del rabino Gamaliel.

La película se centrará en los últimos tiempos de Pablo encarcelado en Roma, en la prisión Mamertina es espera de ser ejecutado por orden de Nerón. Allí volvería a recordar y hablar someramente de los padecimientos en la difusión del Evangelio de Jesús por Asia menor, Macedonia y Acaya; después en Roma prisionero en dos ocasiones, y es posible que llegara a Hispania, según el deseo expresado en la Carta a los romanos.

En la segunda Carta a los corintios hace un breve relato de esas aventuras difíciles: «De los judíos he recibido cinco veces los cuarenta azotes menos uno; tres veces he sido azotado con varas, una vez he sido lapidado, tres veces he naufragado y pasé una noche y un día en alta mar. Cuántos viajes a pie, con peligros de ríos, peligros de bandoleros, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en despoblado, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos,

trabajo y agobio, sin dormir muchas veces, con hambre y sed, a menudo sin comer, con frío y sin ropa. Y aparte todo lo demás, la carga de cada día: la preocupación por todas las iglesias. ¿Quién enferma sin que yo enferme? ¿Quién tropieza sin que yo no me encienda? (2 Co 11,24).

Y es que san Pablo ha sido un hombre con un corazón abierto a todos, comprensivo y cariñoso como demuestran sus interminables despedidas en las cartas, por ejemplo, en la escrita a los romanos, capítulo16, o a los Éfeso (Ef 5, 21).

Dicen que era misógino

Pero  hete aquí que de nuevo algunos como el novelista Benjamín Black (pseudónimo de John Banville) vuelve al tópico de afirmar que era misógino por su aversión a las mujeres. Cosa que sería de otro modo -afirma- si las mujeres hubieran podido ser ministras de la Iglesia y los sacerdotes casarse. Se trata de una interesante carambola a tres bandas que todavía van juntas en la mente de algunos.

Todo debe venir de la Carta primera a los corintios sobre el uso del velo y otras afirmaciones situadas en el contexto histórico y las costumbres sociales de la época. También de alguna enseñanza sobre la misión de la mujer en la familia en obediencia al marido, pero como éste debe también hacer puesto que nadie aborrece su propia carne y por eso debe cuidar de ella y de los hijos (1 Co 11, 7).

Leer a san Pablo

Quien se toma el trabajo de leer a Pablo completo no puede por menos de apreciar se respeto por las mujeres, buenas colaboradoras en las tareas de evangelización, como Lidia, la primera persona que pide ser bautizada por Pablo en Filipos a las puertas de  Europa, con toda su familia; y del marido ni se menciona el nombre.  Febe es otra mujer importante que está al servicio de la iglesia de Céncreas y se le confía la Carta a los romanos  para su difusión; Prisca es la mujer de Áquila, un matrimonio que colabora estrechamente con Pablo; Junia y Andrónico son parientes suyos; Trifena y Trifosa trabajan en el Señor; todos estos y otros son mencionados al final de la Carta a los romanos.

Además, a los cristianos de Colosas les escribe exhortaciones específicas para cada grupo de persona: «Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso agrada al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan el ánimo. Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos humanos, no por servilismo o respetos humanos, sino con sencillez y temor del Señor. Lo que hacéis, hacedlo con toda el alma, como para servir al Señor, y no a los hombres: sabiendo que recibiréis del Señor en recompensa la herencia. Servid a Cristo Señor. Al injusto le pagarán sus injusticias, pues no hay acepción de personas» (Col 3,18-25).

 

De modo que la igualdad del marido y la mujer es afirmada con claridad, en esa época, cuando escribe a los de Corinto: «A los casados les ordeno, no yo sino el Señor: que la mujer no se separe del marido; pero si se separa, que permanezca sin casarse o que se reconcilie con el marido; y que el marido no repudie a la mujer. A los otros les digo yo, no el Señor: si un hermano tiene una mujer no creyente y ella está de acuerdo en vivir con él, que no la repudie. Y si una mujer tiene un marido no creyente, y él está de acuerdo en vivir con ella, que no repudie al marido, pues el marido no creyente se santifica por la mujer y la mujer no creyente se santifica por el hermano; si fuera de otro modo, vuestros hijos serían impuros, y de hecho son santos». Y uno se pregunta ¿dónde está la misoginia de Pablo? Sólo en la fantasía de algunos poco leídos.



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