El Papa y el puente aéreo de la historia

Cuando escribo estás líneas, el Papa Francisco acaba de aterrizar en suelo cubano. Tal y como se ha señalado abundantemente estos días en la prensa internacional, el guión de esta primera etapa del viaje tiene un referente, un libro que, por encargo del Vaticano, escribiera el entonces neoarzobispo de Buenos Aires después del viaje del santo Juan Pablo II a Cuba en 1998. Su título “Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro”. Un título que, en sí mismo, es un programa para estos días.

El efecto Francisco llega a Cuba, al Caribe, punto de intersección de una historia que se puede escribir en paralelo con otra historia. La caída del muro del Berlín, y del comunismo, fruto, entre otros factores, de la santa osadía de Juan Pablo II, no ha llegado aún a esa preciosa isla, reducto de un sistema que pertenece, en sus formulaciones estructurales, al pasado de la historia. Otra cuestión son las reminiscencias antropológicas.

Las líneas paralelas del tiempo apuntan a que otro Papa, el Papa Francisco, que ha programado una visita a los dos lados del muro de la bipolaridad internacional, Cuba y Estados Unidos, comienza en esta isla agraciada el trabajo de derruir un capítulo de la historia y de asentar las bases para el día después.

La personalidad del Papa Francisco, y el crédito que ha conseguido en la opinión pública internacional, va a hacer posible que la geostrategia vaticana, la del Papa al fin y al cabo, dibuje sobre el escenario de un nuevo tiempo las bases de una nueva forma de relacionarse internacionalmente.

Como ha dicho el Papa en el aeropuerto, “geográficamente, Cuba es un archipiélago que mira hacia todos los caminos, con un valor extraordinario como «llave» entre el norte y el sur, entre el este y el oeste. Su vocación natural es ser punto de encuentro para que todos los pueblos se reúnan en amistad, como soñó José Martí, «por sobre la lengua de los istmos y la barrera de los mares» (La Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América, en Obras escogidas II, La Habana 1992, 505)”.

Máxime si tenemos en cuenta que el Papa Francisco es consciente de que, una vez asentadas las bases del protagonismo del Pueblo de Dios en América, y de la religiosidad popular como forma de comprensión de las relaciones con la trascendencia, con Dios, y con la Iglesia, hay otros retos significativos. El primero, el antropológico, los muros del corazón del hombre; el segundo, Oriente.

En este sentido Europa se convierte en un hiato de la historia. Esa vieja Europa.

De hecho, el Papa Francisco, en su ejercicio del ministerio de Pedro global, ha establecido un puente aéreo entre Oriente, Filipinas, y América del sur. Un puente aéreo que tendrá, además, alguna significativa escalada en África.  

El Papa Francisco ha comenzado una peregrinación hacia una nueva historia, no sólo para Cuba, también para el mundo.

 
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato