Paloma: una gran profesional

Ha muerto Paloma Gómez Gorrero y recibe el homenaje de miles de personas que hemos disfrutado con su trabajo durante tantos años como corresponsal en Roma, sus entrevistas, y sus noticias enfocadas como se espera de una mujer de fe. Hay un algo en ella que se arropa con su realismo envidiable, lejos del relativismo propio de nuestro tiempo. Puede atribuirse a su temperamento aunque más bien ha sido fruto de su visión sobrenatural al mirar la vida de la Iglesia.  

Esa actitud habitual contrasta con las crónicas de otros que miran con desapego, cuando no con hostilidad, cualquier noticia sobre la Iglesia y sus “escándalos”. De esas dos Iglesias tan distintas me quedo con la de Paloma, no porque la invente sino porque ha profundizado en la naturaleza de este camino universal de salvación, que es además la sustancia de la vida en Occidente, por mucho que algunos renieguen de las raíces cristianas de Europa, y alimenten las “leyendas negras de la Iglesia”. Se debe a una animadversión que deforma o inventa para socavar su indudable influjo espiritual, moral, y definitivamente humano.

Paloma ha sido amiga leal de Juan Pablo II y altavoz suyo durante su extenso pontificado, con una sintonía que solo puede dar la fe bien formada; porque ella ha trabajado por mejorar en su faceta profesional. Y esa misma visión entrañablemente realista ha tenido durante el pontificado de Benedicto XVI y del Papa Francisco.

Currarse la crónica diaria

No se nos ha ido, como decimos coloquialmente, sino que Dios la ha llamado a su presencia, que no es lo mismo, pues no caemos en un más allá indefinido como un poético nirvana, sino que todos somos convocados a la hora de la muerte por el Justo Juez, y el Espíritu Defensor ante la presencia del Padre Misericordioso. Ese Dios Trino real será muy paternal con Paloma por lo bien que ha tratado a su Iglesia, a sus vicarios, y a los oyentes contribuyendo ver el verdadero rostro de la Madre y Maestra. Porque aspiraba a tener ese realismo auténtico que tiene los pies en la tierra y la cabeza en el Cielo. Eso es la visión sobrenatural que procede de la una fe cultivada.

Que descanse de sus fatigas porque sus obras la acompañan, como reza el prefacio de difuntos. Unas fatigas que probablemente ella ha considerado ligeras, como durante su breve y última enfermedad, y naturales de la profesión que ha vivido como vocación de comunicar una realidad que hace el bien a todos.

Y es que Paloma ha sido una gran profesional, una buena madre de familia, una hija de la Iglesia, y una amiga de los miles de oyentes y lectores que han seguido sus informaciones y sus crónicas.

Y tome buena nota el feminismo protestón al comprobar que se puede vivir intensamente una profesión, sin los victimismos estériles de quienes siempre hacen diana en los otros de una manera infantil. Un alto nivel humano y profesional que puede ser coherente con la fe cristiana, pues el mejor modo de servir al prójimo es currarse la crónica de cada día.


 
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