Nuevos Cardenales; y el obispo de Amberes

Entre tantas noticias que han llenado estos días las páginas de los periódicos, han pasado pronto de la atención de la gentes a las que me voy a referir en estas líneas.

La primera, el anuncio de la creación de nuevos cardenales. Y es lógico que sea así, porque la cuestión de cardenales es algo que afecta prácticamente sólo a la Iglesia. Y, sin embargo, en estos momentos tiene una particular importancia. Nuevos países que hasta ahora no habían tenido cardenales electores del Papa, ahora los tendrán. La internalización del colegio cardenalicio, ya comenzada con decisión desde los tiempos de Pio XII, da un paso más con estos nuevos cardenales del segundo consistorio del Papa Francisco.

La Iglesia es consciente de que su Fundador, Jesucristo, la ha enviado a anunciar el nombre del Hijo de Dios hecho hombre, Nuestro Señor Jesucristo, a todas las gentes, hasta el último rincón del mundo: Y cualquier rincón, en un momento o en otro, puede ser el último. De estamanera , la Iglesia reafirma una vez más que siempre ha estado buscando las “ovejas perdidas”, en todos los caminos del mundo, en todas las “periferias” de las sociedades en las que hace oír su voz.

La segunda, el comunicado de la oficina de prensa de la Santa Sede sobre un libro aparecido recientemente en Italia, en el que se ponía en duda la validez de la elección del Papa, alegando un supuesto complot de cuatro cardenales, de  acuerdo  con el propio cardenal Bergoglio para ser elegido. La Oficina ha reaccionado oportuna y claramente defendiendo al Papa, y negando la existencia de semejante acuerdo, apoyándose también en las palabras de los cuatro cardenales acusados, que negaron los hechos. La Oficina de Prensa vaticana sigue viva, y es una buena notica.

El tercer hecho se ha mantenido en una cierta reserva, aunque en los ambientes interesados haya causado verdadero estupor, y por muchos motivos. El primero de todos es porque un obispo, Bonny, de Amberes, haya osado pedir un cierto reconocimiento “canónico o litúrgico” en la Iglesia, para las “uniones homosexuales”; además de aplicar una “compasión” especial, y semejante, para las relaciones prematrimoniales y el uso de anticonceptivos.

Otro de los motivos de estupor es ver que la Oficina de Prensa vaticano no ha reaccionado en absoluto. No ha dicho una palabra ante unas declaraciones semejantes. Desde la Santa Sede han reaccionado, y era lógico, ante actuaciones económicas erradas de algún obispo, y le han animado a renunciar a la sede episcopal.

Ante un obispo que origina un “lio” semejante en el seno de la Iglesia; y que se pone directamente en contra de la moral y de la Fe en los Sacramentos, ¿es el silencio la única reacción adecuada?

Amberes, diócesis de más de un millón de habitantes, y gran mayoría de católicos, sólo tiene 4 seminaristas; de los cuales sólo 1 en el primer año de seminario. ¿Conseguirá Bonny, si sigue en su sede episcopal, hacer la obra del diablo y “descartar” la Fe del corazón de muchos más belgas?

Confiemos en que la Virgen le salga al paso –ante el silencio que hasta ahora le ampara- desde alguno de los preciosos santuarios que los creyentes belgas le han levantado a lo largo de los siglos.

 
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