Las Memorias del cardenal Estepa

El corazón y la memoria del cardenal Estepa han reposado en el regazo de los recursos estilísticos el sacerdote, periodista y director de "Vida Nueva", Juan Rubio, miembro de esa casta de curas literatos que ha sembrado la Iglesia en el predio cultural español.

Sacerdotes y periodistas, distinción sin confusión, como los dogmas primeros. El fruto de este descargo de vida, de conciencia, de historia, se titula "Estepa, el cardenal de la catequesis" y está editado en propia meta, es decir, en una editorial que nació de un grupo de apostólicos y entusiastas sacerdotes que habían vivido la pasión espiritual por el apostolado de la pluma, inoculada por don Rufino Aldabalde.

Lo primero que hay que resaltar sobre las cotas de la mediocridad interpretativa que dominan nuestro horizonte es el valor de las memorias, de las confesiones, de los descargos de ciencia y de conciencia de quienes han sido protagonistas destacados de la historia de la Iglesia contemporánea. No existe la Iglesia sin tradición, como no existe el ejercicio de comprensión de la historia sin el testamento y el testimonio de sentido que aportan quienes conjugan los acontecimientos desde el sujeto nominal y el predicado verbal de su acción. Más allá de las novedades buscadas y encontradas en este texto, el hecho en sí de su existencia tiene un valor impagable. El hoy cardenal Estepa, cardenal por sorpresa, se podría decir, da fe y confiesa su fe. Una vida marcada, en cierto sentido, por el camino que va de la incomprensión al silencio fecundo del trabajo bien hecho, en las dimensiones formativas, teológicas, espirituales y pastorales.

Cobran espacial interés las páginas dedicadas a la tierra del cardenal Estepa, Andújar, que hasta hace bien poco no había tomado pulso a la vida de don José Manuel; las referidas a los años de formación en aquel Seminario de vocaciones tardías de Salamanca; a los tiempos de Roma, de París, a los de Madrid, a los del arzobispado castrense, a los de construcción de la catequesis y de una generación sin igual de catequistas.

El libro se lee de un tirón y favorece un diálogo constante con el lector. No esconde el autor sus obsesiones, que las tiene, ni la intensidad de volumen en algunos capítulos de la existencia de monseñor Estepa que pretende Juan Rubio suenen con más intensidad. Cabrían varias preguntas al final del libro. De entre ellas, ¿por qué queda, como diría los latinos, "pendens" en algunas de sus partes, como si se le hubiera cortado la respiración a lo confesado, con un final sobre la elaboración del Catecismo de la Iglesia Católica traído por los pelos? ¿No se podría aclarar algo más de lo que se dice de la relación de monseñor Emilio Benavent y el entorno del 23-F? ¿Y la relación entre los obispos auxiliares de Madrid en la época del cardenal Tarancón? ¿No habría alguna información más, relevante, sobre la Casa Real, o sobre la preparación al matrimonio de los Príncipes de Asturias, o sobre aquel retiro preparatorio del sacramento que hicieron en el Convento de la Encarnación en Ávila? ¿Y las reflexiones de Monseñor Estepa sobre la Iglesia en el País Vasco y el terrorismo? Ideas que más de uno hemos escuchado en distintas ocasiones.

En sustancia de Memorias, obligada parada y fonda de la historia de la Iglesia en España.

José Francisco Serrano Oceja

jfsoc@ono.com

 

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