La Iglesia contribuye a que los mexicanos entreguen sus armas

A lo largo de la historia, la Iglesia ha trabajado en labores de intermediación como un garante del buen desempeño de ciertos procesos hacia la paz. En América, de un modo especial. Como ya ocurriera en Colombia y en Cuba, ahora en México forma parte de una campaña para que los ciudadanos entreguen las armas a cambio de dinero, productos electrónicos o alimentos. Así se trata de poner coto a la violencia, extendida en el país por los problemas asociados al narcotráfico. De fondo, la confianza en los sacerdotes, que excede a la que tienen los mexicanos en el propio Estado.

En noviembre de 2006, el Gobierno azteca de Felipe Calderón le declaró la guerra al narcotráfico. Comenzó una etapa en la que el principio se dibujaba claro en la mente de cualquier ciudadano: con los cárteles de droga no se pacta, o se acaba con ellos o terminarán con la prosperidad y seguridad de los mexicanos por medio de un estado paralelo. Y lógicamente, la victoria no iba a ser fácil. Los Beltrán Leyva, los Templarios, La Familia, los cárteles del Golfo, Juárez, Sinaloa o Tijuana, los Negros o los Zetas: nombres de grupos de traficantes cuya respuesta ha dejado más de 30000 muertos -algunas fuentes hablan de 50000 y muchos de ellos, torturados de forma espeluznante- en las calles de importantes ciudades.

Evidentemente, semejante situación trajo consigo un aumento considerable de la adquisición de elementos defensivos por parte de particulares. Pero México no es EEUU en cuanto a la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos: su venta la controla el Ejército a través de tiendas muy concretas. Los narcos las obtienen por medio del contrabando en la frontera norte. Pese a todo, y aunque terminar con esta lacra llevará su tiempo, la voluntad de rebajar la violencia empieza por la entrega de escopetas y pistolas.

Los primeros, todos aquellos sin licencia para portarlas. Ahí la Iglesia ha jugado un papel clave como motivadora del proceso. "Al principio sólo dábamos despensas con alimentos, pero la idea de involucrar a la iglesia en el desarme ha sido todo un éxito, la ciudadanía tiene más confianza", reconoce Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Desarrollo Social en el DF". A cambio de comida, algo de dinero o productos tecnológicos, ya se han recogido más de 3500. En el atrio de la iglesia de San Miguel Arcángel, todos los días aparecen historias felices en el camino hacia la paz. Las armas no se requisan, se destruyen en el lugar donde se entregan para evitar cualquier duda.

 

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