Francisco: "Los filipinos están llamados a ser misioneros de la fe en Asia"

Ha concluido el viaje que ha llevado al Papa Francisco a Sri Lanka y Filipinas. Un viaje que ha durado una semana y que le ha llevado a dos realidades diversas de la Iglesia en Asia. Sri Lanka, de mayoría budista, y Filipinas, el único país asiático donde la población es mayoritariamente católica. 

Francisco en el vuelo papal.
Francisco en el vuelo papal.

En la Misa en el Rizal Park, de Manila, les decía el Papa a los filipinos: “El apóstol nos dice que, desde el momento en que Dios nos ha elegido, hemos sido bendecidos abundantemente. Dios ‘nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos’ (Efesios 1, 3). Estas palabras tienen una especial resonancia en Filipinas, porque es el primer país católico de Asia; esto ya es un don especial de Dios, una bendición especial. Pero es también una vocación. Los filipinos están llamados a ser misioneros excelentes de la fe en Asia”. Y pedía al Santo Niño que continuase bendiciendo Filipinas y que sostuviera “a los cristianos de esta gran nación en su vocación de ser testigos y misioneros de la alegría del Evangelio, en Asia y en el mundo entero”.

Ya en la catedral de Manila, el viernes, el Papa les recordaba que “los filipinos son conocidos en todas partes por su amor a Dios, su ferviente piedad y su cálida devoción a Nuestra Señora y el rosario. Este gran patrimonio contiene un gran potencial misionero. Es la forma en la que vuestro pueblo ha inculturado el Evangelio y sigue viviendo su mensaje”.

Y a las familias, ese mismo día, ante la multitud reunida en el Mall of Asia Arena, les pedía que fueran “especialmente conscientes de vuestra llamada a ser discípulos misioneros de Jesús. Esto significa estar dispuestos a salir de vuestras casas y atender a nuestros hermanos y hermanas más necesitados”.

Particularmente emotiva fue la misa en el Aeropuerto Internacional de Tacloban, con los afectados por el tifón: “Tantos de ustedes han perdido todo. Yo no sé qué decirles. ¡Él sí sabe qué decirles! Tantos de ustedes han perdido parte de la familia. Solamente guardo silencio, los acompaño con mi corazón en silencio… Tantos de ustedes se han preguntado mirando a Cristo: ¿Por qué, Señor? Y, a cada uno, el Señor responde en el corazón, desde su corazón. Yo no tengo otras palabras que decirles. Miremos a Cristo: Él es el Señor, y Él nos comprende porque pasó por todas las pruebas que nos sobrevienen a nosotros”.

Y a los jóvenes, en su encuentro con ellos, el Papa les animó a que aprendieran a llorar: “Queridos chicos y chicas, al mundo de hoy le falta llorar. Lloran los marginados, lloran aquellos que son dejados de lado, lloran los despreciados, pero, aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades, no sabemos llorar. Ciertas realidades de la vida se ven solamente con los ojos limpios por las lágrimas. Los invito a que cada uno se pregunte: ¿Yo aprendí a llorar? ¿Yo aprendí a llorar cuando veo un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abandonado, un niño abusado, un niño usado por una sociedad como esclavo? ¿O mi llanto es el llanto caprichoso de aquel que llora porque le gustaría tener algo más?”.

 

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