Fe y Ciencia: ¿guerra o paz?

Como un remanso de paz, he leído recientemente un artículo de 1942, de García Morente, filósofo y converso; científico y sacerdote, que me han hecho sonreír y me han recordado la paz en la inteligencia de un hombre que piensa y cree. Son palabras a propósito de Galileo.

Después de reconocer que todo se originó por "haberse imprudentemente mezclado la Sagrada Escritura en un asunto en que no debió mezclarse", se pregunta: "¿Que queda en la realidad de la leyenda que el anticlericalismo ha condensado en torno a Galileo? No queda nada. Ni Galileo estuvo nunca en la cárcel: ni fue un inocente perseguido; ni un mártir de la ciencia, ni siquiera sufrió molestias apreciables". Galileo fue muy amigo del arzobispo de Siena, Piccolomini, vivió tranquilamente en la Toscana, y murió, en el seno de la Iglesia católica, y fue enterrado en la capilla del Noviciado de Florencia. Sus restos fueron traslados un siglo después a la Basílica de la Santa Cruz, también en Florencia.

¿Por qué ese empeño en situar frente a frente la Fe y la Ciencia?

Galileo fue un científico, y un hombre de profunda Fe. El conflicto con eclesiásticos sobre sus afirmaciones, en modo alguno afectó a su Fe; ni siquiera a su Fe en la Iglesia. Con casi cinco siglos de anticipación habría firmado estas palabras de Benedicto XVI:

"La Iglesia nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad". El hombre, con la misma inteligencia que cree, escudriña la naturaleza.

Más que una cuestión de "racionalidad científica", debajo de esos intentos de enfrentar la Fe y la Ciencia, late un deseo más hondo: el de borrar de la realidad que el hombre contempla, y en la que vive, cualquier huella de Dios; cualquier presencia de la acción de Dios.

Quizá algunos creyentes bien intencionados, piensen que aceptar una separación radical de Fe y Ciencia no supone ningún problema para su Fe; en definitiva, la Ciencia no va a afectar a su sentimiento, a su ilusión profunda de Dios, que ellos sienten en su espíritu.

Efectivamente, pueden estar convencidos de que no les afectará; pero se equivocan al considerar la separación que se origina en su interior cuando piensan que para creer no necesitan pensar, y que les basta "sentir". Y ese es el gran error, la gran falsedad y mentira, que los que mantienen el contraste entre Fe y Ciencia desean introducir en las cabezas de los Creyentes.

La fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo un asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado. Es una adhesión con la cabeza y con el espíritu; con todas las potencias del yo. Y es un asentimiento a una realidad: a la verdad que Él ha revelado en la Creación, y de manera muy particular, en la presencia en la tierra de Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre.

 

Y no sólo Galileo vivió esa unión de Fe y de Razón. García Morente se adhirió con toda su inteligencia a la luz recibida en la Fe. Y dos científicos que han sido verdaderos precursores de nuestro mundo informático, dan gracias a Dios por su razón y por su Fe.:

"Yo confieso la fe santa, apostólica, católica y romana. Doy gracias a Dios que me ha concedido esta fe" (Alejandro Volta)

"Lo declaro: soy creyente. Creo en el poder de la oración, y creo no sólo como católico, sino también como científico" (Guillermo Marconi).

Fe y Razón van unidas cuando el hombre "busca" la Verdad; y no se limita a pretender "inventarse" una "verdad" a "su imagen y semejanza".

Ernesto Juliá Díazernesto.julia@gmail.com

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