Estructuras y periferias y Vanity Fair

A lo largo de todo los siglos de su existencia, la Iglesia se ha ido liberando de estructuras caducas, y organizando nuevas estructuras para el desarrollo de su labor. Es el Espíritu Santo quien se encarga de provocar esos cambios, y los caminos que emplea son múltiples y variadísimos. Unas veces, provienen de lo más hondo del pueblo creyente, y el Señor promueve fundadores, fundadoras de pequeñas o grandes organizaciones que van jugando un papel a lo largo de la historia. Unas durarán un tiempo, otras permanecerán hasta el fin del mundo –que tendrá fin- en unión con el Papa y los Obispos que velan sobre todo el pueblo cristiano.

En algunas ocasiones, el Señor se vale de iniciativas de Roma, mueve el corazón de algún Papa para que convoque un Concilio, remueva las aguas y haga revivir el espíritu evangelizador, a veces algo dormido, en algunos sectores de la Iglesia. La canonización de Juan XXIII es un ejemplo.

Los cambios organizativos que pueda haber en la Curia de Roma son pequeñeces dentro de todo el campo de la acción pastoral de la Iglesia, y desde Roma, estén organizados como estén, seguirán cumpliendo su misión de ayudar al Papa en el desarrollo de toda la labor de la Iglesia. La Iglesia "siempre en reforma", comentó en su día el card. Ratzinger, y no sin razón.

Cualquier estructura en servicio de la pastoral de la Iglesia funciona en la medida de la unión con Cristo de quienes la ponen en marcha y la mueven. No existe una organización que elimine la tentación de pecado y de corrupción del corazón de los hombres. Y ningún hombre se ve libre de esos peligros. En la Iglesia hay santos y pecadores –cosa que recuerda el Papa, pero que no se lo recoge ningún medio de comunicación-; y los habrá en cualquier estructura que se viva en un momento o en otro de l historia.

Y, con las estructuras, las periferias. En la Iglesia, bien visto, en realidad no existen periferias, porque el cristiano se sabe llamado a anunciar a Cristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, a todas las personas. Y, a la vez, siempre existirán, porque siempre habrá personas que no creen en Jesucristo; que lo conocen mal, que lo rechazan.

Ni estructuras ni periferias son términos que se pueden aplicar a la Iglesia en su sentido sociológico, económico, político más cercano. Allí donde está un sagrario, personas que adoran a Cristo en la Eucaristía, un sacerdote, allí está toda la Iglesia. Y donde hay una persona que no crea en Cristo Jesús, Hijo de Dios hecho hombre, la Iglesia encuentra una "periferia" en la que está llamada a penetrar. Y eso es lo que está haciendo desde que la fundó Nuestro Señor Jesucristo.

Y ya que hablamos de medios de comunicación que tergiversan o entienden a su manera palabras sencillas, parroquiales, del Papa, no encontramos con "Vanity Fair". ¿Tiene algún sentido que a una revista semejante –sin juicio alguno sobre la revista- se le conceda el permiso para elegir "hombre el año" al Papa? Porque me supongo que el derecho a la imagen del Papa es derecho reservado a la Santa Sede, y no hace falta ser demasiado agudo para ver en esa "elección" una cierta manipulación de la persona del Papa Francisco, y basta leer los comentarios que, en la revista, hacen algunos personajes, para sacar conclusiones.

Ya me pregunté hace días si la reforma de la Curia había comenzado por eliminar la Sala de Prensa, el Portavoz, del Vaticano. Y me lo vuelvo a preguntar.

Ernesto Juliá Díazernesto.julia@gmail.com

 
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