Año de la misericordia para las personas divorciadas vueltas a casar civilmente

El Papa Francisco saluda a dos recién casados.
El Papa Francisco saluda a dos recién casados.

¿Qué camino de conversión se puede proponer a los divorciados vueltos a casar? ¿Existe alguna propuesta positiva? Una vez finalizado el sínodo de la familia, la Iglesia Católica tiene que poner en marcha estas indicaciones propuestas en el texto final del sínodo.

El Instituto Pontificio Juan Pablo II para el estudio de la familia está en camino desde hace años. Profesores y sacerdotes de este Instituto recuerdan que la misericordia eclesial hacia los divorciados vueltos a casar se expresa en la cercanía a sus personas para proponerles y acompañarles en un camino de conversión verdadera.

Es necesario en primer lugar, que estas personas reconozcan la posible culpabilidad de la ruptura, pues supone una infidelidad respecto a la promesa anterior. Han de asumir la necesidad de reparar todos los daños que de ello se desprenden, en especial hacia los hijos. Deben confesar la permanencia del vínculo y la necesaria fidelidad a él, la necesidad de vivir en la Iglesia y del Evangelio para seguir en este camino. Se trata de un proceso que ha de ser a la vez comunitario y personalizado.

La mayor dificultad para ello es que en la Iglesia apenas si se llevan a cabo este tipo de procesos. Por ejemplo, algo semejante es muy necesario para los matrimonios con problemas y para los separados que quieren ser fieles al matrimonio y no existe apenas atención alguna a estas cuestiones tan graves. En particular, no hay apenas pastoral para los esposos en los primeros años del matrimonio, precisamente en los que se produce más de un 50% de las separaciones. Atender la pastoral de los divorciados vueltos a casar sólo es posible si se atienden muchos más casos.

“La misericordia nos permite como al Buen Samaritano “ver con el corazón”, esto es, descubrir las auténticas heridas. En eso la distinguíamos de la sola compasión, que no cura. Es esencial entonces curar las heridas de los divorciados”, afirman profesores del claustro del Instituto Juan Pablo II.

La misericordia nos permite ver así que todo divorcio es una herida, tanto en el que ofende, por romper un compromiso culpablemente; como en el que es ofendido que sufre esa injusticia. Desde un punto de vista pastoral para curar, no basta nunca un cambio de norma, pensando que con ello se soluciona el problema, sino un cambio real de corazón capaz de encontrar el sentido profundo a los dones recibidos de Dios.

Toda curación requiere un tiempo, esto es lo que se llama ley de la gradualidad, ya que normalmente es poco a poco como una persona llega a “ver con el corazón” la plenitud de exigencia de la misericordia. Esto reclama el acompañamiento pastoral. Es lo contrario de una gradualidad de la ley, que sin tener en cuenta el movimiento conversivo de la misericordia, quiere adaptar la ley a las supuestas capacidades de la persona sin contar con la gracia, en una pura medida humana.

 

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