Almas sacerdotales

La Delegación de Pastoral Vocacional de la Archidiócesis de Madrid acaba de editar un singular libro, que es una tarjeta de presentación del alma sacerdotal del clero de la Iglesia madrileña. Se titula "Alzaré la copa de la salvación. 50 retazos sacerdotales en Madrid", y es la historia de las almas sacerdotales de medio centenar de presbíteros, de diversas generaciones, procedencias, estilos.

En el prólogo a este singular instrumento de propuesta vocacional, el obispo auxiliar de Madrid, monseñor César Franco, señala que "en el testimonio que nos ofrecen, responde a la pregunta de por qué son sacerdotes y explican los motivos de su gozo, ése que nadie les puede arrebatar, porque es el gozo de Cristo por la misión recibida del Padre. No es fácil expresar en pocas palabras las razones que, incluso para el mismo sacerdote, pertenecen al misterio de Dios que elige a quien quiere y como quiere".

De ente los hombres y los nombres que escriben esta peculiar confesión sacerdotal nos encontramos con los de José Fernando López de Haro, Julio Lozano, Ricardo Quintana, Pablo González Díaz, Gil González Hernán, Miguel Ángel Arribas, Juan Carlos Vera, Carlos Aguilar, Jesús Higueras, Gabriel Richi, Eduardo Toraño, Jesús Mateos, David Benítez, David Torrijos, entre otros.

Serían muchos los párrafos que habría que destacar de este tapiz de existencia sacerdotal que abarca varias generaciones: desde el mayor en edad, ordenado en 1964, Manuel Polo Casado, al último, José Antonio Buceta, que se ordenará en este año de 2013.

Pero una constante en un gran número de testimonios es la referencia a la vida y la ejemplaridad de otros sacerdotes. Así ocurre con lo que escribe el Rector de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, Javier Prades López: "Cristo muestra su preferencia por nosotros despertando, por la acción de su espíritu, nuestro gusto por la fe y la vocación ministerial. Para ello se ha servido de una serie de sacerdotes formidables, cuya humanidad es tan verdadera como sólo puede serlo la de aquellos que pertenecen por completo a Dios. Esa extraordinaria calidad humana hizo razonable el diálogo de nuestra libertad y la libertad divina, y así hemos podido ir descubriendo nuestro rostro, nuestro nombre para siempre, el que Dios nos ha querido otorgar".

José Francisco Serrano Ocejajfsoc@ono.com

 
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