“La esperanza en el día a día” y la X en la casilla de la Iglesia

Ayer se celebraba en Madrid la fiesta de su Patrono, San Isidro Labrador. Y de su vida se puden extraer valiosas lecciones para el presente. Así lo explicaba el cardenal arzobispo de Madrid en la homilía de la Santa Misa: "Fue hombre de fe y de oración cristiana y, por ello, testigo y servidor de la verdadera esperanza... La biografía del Santo Patrono de Madrid está marcada en sus más sencillos y humildes detalles por un amor a Dios y al prójimo heroicamente ejercido como un estilo habitual de vida: de la vida de un cristiano entregado a la alabanza a Dios y al bien de todos: de su familia, de sus vecinos, de sus compañeros, del amo... y de los pobres que hallaban en su casa una olla siempre llena −a veces milagrosamente llena− y una fraterna acogida".

La Iglesia sigue siendo hoy, como San Isidro, el lugar donde el hombre descansa en fraterna acogida, el lugar donde siempre hay una olla en la que comer. Pero ahora que se acerca la campaña de la declaración de la Renta se hace más necesario recordar que todos conformamos esa Iglesia que sigue dando esperanza día a día. La olla de San Isidro se llenaba a veces milagrosamente. La olla de la Iglesia, esa que reparte cada día Cáritas de casa en casa, esa que llega a todos los rincones del mundo con Manos Unidas o que transmite con Obras Misionales Pontificias la fe en Cristo, solo se llena por "un amor a Dios y al prójimo heroicamente ejercido como un estilo habitual de vida", con un "milagro" en forma de caridad, con un sencillo gesto "por tantos".

Zenón de Elea

 

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