Sobre la corrupción en la Iglesia: sanando el Cuerpo de Cristo

Papa Francisco.
Papa Francisco.

Hace poco se anunciaba que el cardenal Angelo Becciu se sentaría en el banquillo acusado de blanqueo de dinero, malversación, corrupción y otros cargos a los que se enfrenta por el caso ‘Vatileaks 3’. El Vaticano ha sido quien ha llevado a juicio al sacerdote tras las filtraciones de una serie de documentos donde se detalla una compraventa de la Secretaría de Estado vaticana de un edificio de Londres por valor de 180 millones y donde los intermediarios se llevaron grandes comisiones.

Lo cierto es que este hecho ha sido usado por los detractores de la Iglesia para atacar a la institución acusándola de estar corrompida por el poder, por el dinero y por todo aquello por lo que una institución se puede corromper, sin olvidarse de ninguna cosa.

Lo que mucha gente no ve, o no quiere ver, es que ha sido el propio Vaticano quien ha iniciado los mecanismos legales para procesar al cardenal y a los otros implicados, es decir, la Iglesia reconoce (y castiga) los errores de algunos de sus miembros.

Como indica su nombre, la Santa Iglesia, el Cuerpo de Cristo, es santa, pero no así sus miembros, quienes como humanos que son, están sometidos a las tentaciones e inclinaciones que tienen todos los hombres y mujeres que han pasado por este planeta. Así pues, aunque destinada a la santidad, es humano que entre el rebaño tan grande que tiene la Iglesia haya alguna que otra oveja descarriada. Es imposible que cualquier institución tenga el pleno control de todos sus miembros, algo que sólo Orwell en sus peores pesadillas consiguió.

Ahora bien, lo que sí ha demostrado el Vaticano ha sido firmeza ante el asunto, intentando sanar el Cuerpo de Cristo de una de las enfermedades que sufre como es la corrupción. Como cuerpo que es, cuando adolece de un mal interno éste no se ve desde fuera, no se percibe, por lo que pasa desapercibido. No es hasta que se abre la piel, hasta que salen a la luz los documentos que revelan esta trama, cuando nos damos cuenta de que hay un problema.

Esto no significa que antes estuviese peor, sino que antes no lo veíamos y, de hecho, ahora está más sano ya que el cuerpo ha supurado todo aquello que le hacía daño aunque no sea agradable de ver. Lo mismo ha pasado con el cardenal Becciu. Con la revelación del caso, lo único que ha aumentado ha sido la percepción de la corrupción no la corrupción en sí, que se ha visto disminuida por el enjuiciamiento de los acusados.

Así, los que atacan y atacarán a la Iglesia con el argumento de que no es perfecta, el único problema que tienen es que no son capaces de ver y comprender el lado humano de la institución. También, por alguna extraña razón, parece que se olvidan de las demás ovejas del rebaño, que sí siguen al pastor y que realizan una gran cantidad de buenas obras que parece que pasan más desapercibidas.

Zenón de Elea

 

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