Los británicos distinguen entre morir y matar

No es lo mismo cuidar que matar. Así lo ha determinado el Tribunal de Apelación británico que ha confirmado lo que los tribunales ya habían explicado; no existe un derecho al suicidio asistido.

El caso surgió por la petición de dos enfermos, Tony Nicklinson y Paul Lamb, de que se reconociese su supuesto derecho al suicidio asistido en virtud del derecho a ala autonomíaa y la autodeterminación al final de la vida. Pero los tribunales no entendieron que fuera asimilable este derecho reconocido por la Convención Europa de Derechos Humanos con la posibilidad de matar a estas personas.

Según ha explicado la organización española Profesionales por la Ética, esta decisión judicial vuelve a poner de relieve la diferencia entre morir y matar. La organización británica Care, not killing (Cuidarlos, no matarlos), se ha felicitado porque la ley británica ha protegidoa los más vulnerables: personas con discapacidad, con enfermedades terminales y ancianos que, de lo contrario, podrían verse presionados para poner fin a sus vidas.

La cultura de la muerte, fruto de una cultura del bienestar extendida hasta tal extremo que vincula dignidad a comodidad, se sigue topando con muros de cordura que entienden que el derecho a la vida está por encima de decisiones emotivas que pueden acarrear verdaderos holocaustos en forma de suicidio aceptado.

Zenón de Elea

 

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