La Iglesia del “compromiso” y el regalo de ser creyentes

Entre las cartas de estío de los obispos españoles, monseñor Francesc Pardo, envía, desde Gerona, una misiva a sus fieles en la que entona un sincero mea culpa sobre por qué la misma Iglesia joven a la que él perteneció recién ordenado, no quiso seguir los pasos de Cristo.

Se cuida mucho monseñor Pardo de no culpar a nadie más que a sí mismo, pero se entiende que los defectos que percibe en la labor pastoral son extrapolables a muchas otras situaciones en la Iglesia local, española y europea.

Cierto es que se excusa en parte el obispo en el daño que el relativismo y la incultura religiosa han hecho sobre la propagación de la fe, y cita a Xavier Morlans, que es, sin duda, experto en esta materia.

Pero apunta a dos males endémicos: nadie dijo a los fieles el regalo que suponía creer porque solo se centraron en el compromiso que exigía la pertenencia a la Iglesia, y nadie dijo a los fieles que el lugar para empezar a construir es la fe, y no "una pauta de vida, de comportamiento" que dejaba de lado "una experiencia intensa de relación con Jesucristo".

En el Año de la Fe –seguimos en él, aunque la renuncia de un papa, la elección de otro, la JMJ o el efecto Francisco parezcan disimularlo- conviene recordar que la única manera de seguir a Cristo y tomar su cruz es amándolo.

Zenón de Elea

 

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