Termina el Sínodo con una propuesta clara: hay que recuperar la fe de los creyentes para poder llevar el Evangelio a los que no lo son

Los padres sinodales han estado reunidos durante tres semanas en este encuentro del que destacan “la necesidad de reavivar la fe que corre el riesgo de oscurecerse en los contextos culturales actuales, también frente al debilitamiento de la fe en muchos bautizados”. No han faltado las autocríticas en unas sesiones de duro trabajo. Benedicto XVI ha dado la clave: hay que "anunciar nuevamente a Cristo allá donde la luz de la fe se ha debilitado, allá donde el fuego de Dios es como un rescoldo, que pide ser reavivado, para que sea llama viva que da luz y calor a toda la casa".

Hoy, domingo 28 de octubre, concluye el Sínodo de los Obispos que, bjo el título de "La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana", había convocado Benedicto XVI. Han sido tres semanas de intenso trabajo, según explican fuentes próximas a Religión Confidencial. La Iglesia tenía la oportunidad de hacer un balance real de su situación para afrontar el reto de llevar el mensaje de Cristo a unos corazones en los que anida el secularismo y el relativismo.

Benedicto XVI, en la homilía de la Eucaristía que cerraba el Sínodo, ha destacado, partiendo de la experiencia evangélica del ciego Bartimeo, la reflexión del Sínodo "sobre la urgencia de anunciar nuevamente a Cristo allá donde la luz de la fe se ha debilitado, allá donde el fuego de Dios es como un rescoldo, que pide ser reavivado, para que sea llama viva que da luz y calor a toda la casa. Así, ha puesto el énfasis en que "la nueva evangelización concierne a toda la vida de la Iglesia". Además, el Papa ha lanzado tres flechas para marcar la dirección por la que han de caminar los objetivos de este sínodo. Primero, los sacramentos de la iniciación cristiana. Después, la conexión con la misión ad gentes, para predicar el Evangelio a todos los que no han oído hablar de Cristo. Finalmente, aquellos bautizados que no viven las exigencias de su fe.

Para lograr este objetivo se han encontrado muchas vías. La primera es la más evidente: "Para evangelizar hay que estar, ante todo, evangelizados y lanza un llamada - empezando por ella misma - a la conversión". Y es que los padres sinodales reconocen que se ha descuidado la fe dentro de la propia Iglsia.

La globalización tiene parte de culpa, así lo señalaba el cardenal arzobispo de Madird Antonio María Rouco Varela en una de sus dos brillantes intervenciones. Y los padres sinodales advertían del riesgo de caer en la tentación de "encontrar nuevas estrategias como si el Evangelio hubiera que difundirlo como un producto de mercado, sino de redescubrir los modos con los que las personas se acercan a Jesús".

Pide la Iglesia algo más sencillo: volver a la familia como "lugar natural de evangelización" y, dada la extensión del secularismo, "mirar al diálogo de distintas maneras: con la cultura, que necesita una nueva alianza entre fe y razón; con la educación; con la ciencia que cuando no encierra al hombre en el materialismo se convierte en una aliada de la humanización de la vida; con el arte; con el mundo de la economía y el trabajo; con los enfermos y los que sufren; con la política, a la cual se pide un compromiso desinteresado y transparente del bien común; con las otras religiones".

 

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