El Papa recordó las palabras de Jesús en la Última Cena sobre "la unidad de sus discípulos, los de entonces y los que vendrán"

Benedicto XVI presidió este jueves a las cinco y media de la tarde, en la Basílica de San Juan de Letrán, Catedral de Roma, la Misa “in Cena Domini”, con la que dio comienzo al Triduo Pascual. Como cada año el obispo de Roma lavó los pies a doce presbíteros, cumpliendo de esta forma el “mandato” pedido por Cristo de estar al servicio de los hermanos. El Papa recordó "la petición más conocida de la Oración sacerdotal" que es "la petición por la unidad de sus discípulos, los de entonces y los que vendrán".

“Haber visto y ver todo lo que amenaza y destruye la unidad, añadió el Santo Padre, ha sido un elemento de la pasión histórica de Jesús, y sigue siendo parte de su pasión que se prolonga en la historia. Cuando meditamos la pasión del Señor, debemos también percibir el dolor de Jesús porque estamos en contraste con su oración; porque nos resistimos a su amor; porque nos oponemos a la unidad, que debe ser para el mundo testimonio de su misión”.

En su homilía, el Santo Padre se centró en la oración sacerdotal, donde se hace visible de forma particular el misterio permanente del Jueves Santo: el nuevo sacerdocio de Cristo y su continuación en la consagración de los apóstoles, en la participación de los discípulos en el sacerdocio del Señor.

Benedicto XVI recordó las palabras de Jesús en la Úlima Cena relatadas por San Juan. Habló de ‘vida eterna’, y explicó que “todo ser humano quiere vivir. Desea una vida verdadera, llena, una vida que valga la pena, que sea gozosa. Al deseo de vivir, se une al mismo tiempo, la resistencia a la muerte que, no obstante, es ineludible. Cuando Jesús habla de la vida eterna, entiende la vida auténtica, verdadera, que merece ser vivida. No se refiere simplemente a la vida que viene después de la muerte. Piensa en el modo auténtico de la vida, una vida que es plenamente vida y por esto no está sometida a la muerte, pero que de hecho puede comenzar ya en este mundo, más aún, debe comenzar aquí: sólo si aprendemos desde ahora a vivir de forma auténtica, si conocemos la vida que la muerte no puede arrebatar, tiene sentido la promesa de la eternidad".

El Papa también subrayó las consideraciones de Jesús sobre conocimiento y vida como relación porque, dijo, “nadie recibe la vida de sí mismo ni sólo para sí mismo. La recibimos de otro, en la relación con otro. Si es una relación en la verdad y en el amor, un dar y recibir, entonces da plenitud a la vida, la hace bella. Precisamente por esto, la destrucción de la relación que causa la muerte puede ser particularmente dolorosa, puede cuestionar la vida misma”.

 

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