Bergoglio, un argentino sencillo y cercano al pueblo

Francisco I tiene dos buenas referencias en su nombre papal. San Francisco de Asís, fundador de los franciscanos, brilló por su austeridad y su caridad; dos rasgos que comparte el argentino, quien cambió el palacio arzobispal por un apartamento y se prepara su propia comida. San Ignacio de Loyola, iniciador de la orden jesuita a la que pertenece el nuevo Pontífice, alentó la evangelización por todo el mundo y la defensa de la fe; otra de las labores que la Iglesia tiene por delante y que el ya ex arzobispo de Buenos Aires ha promovido durante su episcopado.

Francisco, el papa 266 de la Iglesia Católica, arrastra tras de sí una trayectoria jalonada por varios factores: su preocupación por los más necesitados, su vocación jesuítica y su firmeza ante los abusos de los poderes políticos que han tratado de pasar por encima de los derechos humanos y de los eclesiales. Una sencillez que le ha granjeado el cariño de su pueblo y que, junto a su talla intelectual, le han merecido la confianza de los cardenales y el don del Espíritu Santo para comandar la Santa Sede.

Inicios y carrera civil

Nació en la capital argentina un 17 de diciembre de 1936. De familia argentina de cinco hermanos, su padre era ferroviario. Algo que seguramente influiría en su acercamiento a la técnica. Se tituló como técnico químico en una escuela secundaria antes de sentir la llamada de Dios. En esta época comienza a cultivar alguna de sus grandes pasiones (sobre todo las deportivas) además de realizar una incursión en la Psicología y en la Filosofía, esta última continuada a posteriori.

Mario, su progenitor, jugaba al baloncesto en el club San Lorenzo de Almagro. Ambos eran hinchas del Ciclón, como se conoce popularmente a este equipo, uno de los grandes equipos argentinos que poco después realizaría una exitosa gira por España. De hecho, reconoció hace años en una entrevista que "no se perdió ni un partido en la campaña del 46", en la que los azulgranas se proclamaron campeones.

Vocación y vida religiosa

No se puede entender a Bergoglio sin su pertenencia a la Compañía de Jesús. Ingresó en ella en 1957, curiosamente en el barrio bonaerense de Villa Devoto, fundado por un inmigrante italiano. Esta era una de las provincias más florencientes de la orden en toda Suramérica. Tras un largo período de estudio, como pasa tradicionalmente en los jesuitas -cuentan con el período de formación más amplio entre los religiosos-, recibió el sacerdocio en 1969. A comienzos de esta década, viaja a España para completar la tercera probación. En Alcalá de Henares, donde estudió tres años, se le recuerda como buen estudiante y como un hombre de Dios.

Sus superiores le concedieron varios cargos, en los cuales fue adquiriendo importancia hasta ocupar el puesto de provincial de su tierra natal en 1973. Su oposición a la Teología de la Liberación provocó que le retirasen de la primera línea pastoral y le destinasen a Córdoba, ciudad del interior, donde actuó como confesor y director espiritual. Ya entonces unía una acendrada caridad con un rechazo a formas violentas de ayudar a los más pobres, táctica muy de moda en la sociedad del momento.

Una de las críticas más sonoras que se le achacan tiene que ver con la dictadura que entró en el país tres años después. Durante el llamado Proceso de Reorganización Nacional, se le acusa de oponerse con tibieza a los desmanes de los militares, algunos de los cuales afectaron directamente a compañeros suyos en el presbiterado o en la vida consagrada. Pero sus confesiones en juicios y en respuesta a preguntas sobre el tema indican que no tuvo nada que ver y que intentó limitar el sufrimiento de las víctimas sin concesiones al poder establecido.

Episcopado y cardenalato

 

En un área no muy sobrada de hombres capaces y fieles a Roma, se le nombró obispo auxiliar de Buenos Aires en 1992. Durante seis años, colaboró con monseñor Quarracina en el gobierno de la diócesis primada de Argentina. Cuando este no pudo continuar con su labor por impedimentos de salud, Bergoglio asumió la titularidad y se dispuso a marcar su propia línea. Traba buenas relaciones con otras confesiones cristianas y con la comunidad judía, que por boca de sus rabinos siempre le ha reconocido una predisposición especial. Como detalle, el ya nuevo Papa ha pastoreado por un largo período a los católicos de rito oriental que habitan en territorio austral.

Rápidamente, en el consistorio de 2001, Juan Pablo II le colocó la birreta roja y entró a formar parte de diversos Consejos y Comisiones vaticanas, sobre todo las que guardaban relación con América Latina. Ya entonces comienzan sus enfrentamientos con el Gobierno de su nación. Si con Néstor Kirchner se abrieron profundas diferencias, con su esposa Cristina no han mejorado mucho por su afán de imitar políticas europeas de género y por sus ataques a la independencia eclesial.

Muralla frente a los poderes del mundo

Si algo no se puede echar en cara a Bergoglio, es timidez. Ha hablado con claridad contra aquellas prácticas que atentan contra la dignidad humana en cuanto a la vida y la familia: aborto, eutanasia, matrimonio homosexual. Pero también apunta con el dedo a los que favorecen estructuras económicas injustas y permiten la prolongación de estados de pobreza que impiden el desarrollo de los pueblos. Ha condenado temas escabrosos como la prostitución y la droga, sin temor a represalias o pérdida de reputación.

Nunca amigo del dinero, hasta el punto de pedir a los fieles que le querían acompañar a su acceso al Sacro Colegio que dieran el dinero a beneficencia, siempre ha jugado fuerte en favor de la justicia social y el perdón como medida de reconciliación. Sus publicaciones recorren un amplio espectro: muchas evocan una espiritualidad muy vivida y otras aluden a cuestiones sociales relativas a la educación o el poder como servicio.

Una personalidad polifacética

Posee gestos bellísimos. En el Jueves Santo de 2005, lavó los pies a enfermos de SIDA; en ocasiones posteriores, ha escogido drogadictos, madres embarazadas o aquellas que acababan de dar a luz. Cambió la comodidad del palacio arzobispal de Buenos Aires por un pequeño piso donde él mismo se preparaba el alimento diario. Acostumbra a usar el transporte público y guerrea contra la corrupción y el narcotráfico que se han instalado en la clase dirigente de su patria.

Gusta de San Ignacio de Loyola, lógico, y de Santa Teresita de Lisieux como referencias espirituales, según reveló el portavoz de la Conferencia Episcopal Española en la rueda de prensa de ayer por la noche. Su película preferida es El festín de Babette, un filme danés de 1987 que versa sobre una cena de celebración que una joven francesa, huida a Dinamarca desde la Comuna de París, prepara para conmemorar el centenario del pastor que la cuida.

Padece de ciertos problemas respiratorios, como consecuencia de haber perdido un pulmón en una infección que tuvo que solucionarse mediante operación quirúrgica. Como buen argentino, disfruta con el baile más popular y conocido de la capital, el tango. Se dice que en 2005 rogó a los electores que no le votaran como Pontífice, pero el Espíritu Santo ha soplado más fuerte en esta ocasión y la sede de Pedro ya tiene nuevo ocupante.

El discurso papal

"Hermanos y hermanas ¡buenas noches! Sabíais que el deber del Cónclave era el de dar un obispo a Roma, parece que mis hermanos cardenales se han ido a elegirlo casi al fin del mundo. Pero estamos aquí, os agradezco la acogida. La comunidad diocesana de Roma tiene obispo ¡Gracias! Y antes que nada, quisiera hacer una oración por nuestro obispo emérito Benedicto XVI. Recemos todos por él para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo custodie...

[Rezo del Padrenuestro y del Avemaría, Gloria al Padre]

Y ahora comenzamos este camino, obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma que es la que preside en la caridad a todas las iglesias. Un camino de hermandad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros, los unos por los otros. Recemos por todo el mundo para que haya una gran hermandad. Espero que este camino de Iglesia que hoy comenzamos y en el que me ayudará mi cardenal vicario aquí presente, sea fructífero para la Nueva Evangelización de esta bella ciudad.

Ahora quisiera dar la bendición. Pero antes os pido un favor: antes de que el obispo bendiga a su pueblo, os pido que recéis al Señor para que me bendiga. La oración del pueblo para que pide la bendición para su obispo. Hagamos en silencio esta oración vuestra para mí. Hermanos y hermanas, mañana quiero ir a rezar a la Virgen para que custodie Roma. Buenas noches y ¡qué descanséis!"

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