“La caridad es la fuerza que cambia el mundo", dice Benedicto XVI a las hijas de la Beata Teresa de Calcuta

El Santo Padre invitó el domingo a un almuerzo a 350 personas asistidas por las diversas comunidades romanas de las Misioneras de la Caridad, con ocasión del 100° aniversario del nacimiento de la beata Madre Teresa de Calcuta y como una de las iniciativas promovidas por el mismo Obispo de Roma en este tiempo navideño.

El almuerzo comenzó a la una de la tarde en el atrio del Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano. Entre los comensales se encontraban 350 huéspedes de los diversos Centros de Acogida, junto a unas 180 religiosas y religiosos – entre Misioneras de la Caridad, Hermanos Contemplativos y Sacerdotes Misioneros de la gran Familia fundada por la “Madre de los pobres”.

Sor Prema, Superiora general de las Misioneras, dijo al Santo Padre que este era para ellos un “momento de fiesta particularmente bello. Y en nombre de las demás hermanas, del Padre Sebastián y de los Hermanos Contemplativos; del Padre Brian y de los sacerdotes Misioneros de la Caridad le manifestó sus mejores deseos y parabienes de Navidad.

“Estar aquí hoy, dijo la Superiora general, en el corazón de la Iglesia, con todos nuestros huéspedes y con Usted, Santidad, nos llena el corazón de tanta alegría”. Y recordó que hace dos semanas, hablando de la Beata Madre Teresa de Calcuta, el Papa dijo que ha dado tanta luz a las personas. Por esta razón, la madre Prema añadió textualmente: “Nosotras le pedimos una Bendición particular, a fin de que también podamos convertirnos en luz para todos aquellos que aún viven en la oscuridad”. Y le agradeció de todo corazón por la expresión transparente del Amor de Dios en el mundo de hoy; a la vez que le manifestó el amor que todos tienen por el Sucesor de Pedro, asegurándole sus oraciones diarias por el Papa y por todas sus intensiones.

El Papa les dijo que el Señor quería “ser necesitado”. Les recordó que “la caridad es la fuerza que cambia el mundo, porque Dios es amor. También destacó que la beata Teresa de Calcuta vivió la caridad hacia todos sin distinción, pero con una preferencia por los más pobres y abandonados. Lo que representa un signo luminoso de la paternidad y de la bondad de Dios".

Tras las palabras de bienvenida al Papa de la Superiora general de las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta, uno de los huéspedes dijo al Santo Padre: “Es una gran alegría para nosotros poder compartir este momento de fiesta con Usted. En nombre de todos los amigos aquí presentes le agradezco de corazón su acogida. Nos sentimos verdaderamente acogidos por su abrazo de Padre. ¡Le aseguro nuestras oraciones y le deseo Feliz Navidad!”.

El Papa les pidió que dejen que la luz del Niño Jesús, del Hijo de Dios hecho hombre, ilumine nuestra vida para transformarla en luz, tal como lo vemos de modo especial en la vida de los santos. Y recordó el testimonio de la beata Teresa de Calcuta, a la que definió “un reflejo de la luz del amor de Dios”. También les dijo que celebrar 100 años de su nacimiento es motivo de gratitud y de reflexión para un renovado y gozoso empeño al servicio del Señor y de los hermanos, especialmente de los más necesitados.

El Pontífice prosiguió diciendo que la madre Teresa supo reconocer en cada uno el rostro de Cristo, que ella amaba con todo su ser, dado que al Cristo que adoraba y recibía en la Eucaristía seguía encontrándolo por las calles de la ciudad, hasta llegar a ser “imagen” viva de Jesús que derrama sobre las heridas del hombre la gracia del amor misericordioso. Y añadió que a quien se pregunta por qué la Madre Teresa se hizo tan famosa, la respuesta es sencilla: porque vivió de modo humilde y escondido, por amor y en el amor de Dios. También destacó que ella misma afirmaba que su premio más grande era amar a Jesús y servirlo en los pobres. Su figura pequeña, con las manos juntas o mientras acariciaba a un enfermo, a un leproso, a un moribundo, o a un niño, es signo visible de una existencia trasformada por Dios. En la noche del dolor humano hizo resplandecer la luz del Amor divino y ayudó a tantos corazones a encontrar esa paz que sólo Dios puede dar.

Benedicto XVI invitó a los presentes a dar gracias al Señor porque en la beata Teresa de Calcuta todos hemos visto cómo nuestra existencia puede cambiar cuando se encuentra a Jesús; puede llegar a ser para los demás un reflejo de la luz de Dios. Y recordó que a tantos hombres y mujeres, en situación de miseria y de sufrimiento, ella les dio el consuelo y la certidumbre de que Dios no abandona a nadie, ¡jamás! Porque como dijo el Papa, su misión continúa a través de cuantos, aquí como en otras partes del mundo, viven su carisma de ser misioneros y misioneras de la Caridad.

“Nuestra gratitud es grande, queridas Hermanas y Hermanos, por vuestra presencia humilde, discreta, escondida a los ojos de los hombres, pero extraordinaria y preciosa para el corazón de Dios. Al hombre con frecuencia en busca de felicidades ilusorias, vuestro testimonio de vida les dice donde se encuentra la verdadera alegría: en el compartir, donar, y amar con la misma gratuidad de Dios que rompe la lógica del egoísmo humano”.

 

“¡Queridos amigos! Sabed que el Papa os quiere, os lleva en el corazón, os acoge a todos en un abrazo paterno y reza por vosotros ¡Felicidades! Y gracias por haber querido compartir la alegría de estos días de fiesta. Invoco la materna protección de la Santa Familia de Nazaret que hoy celebramos y os bendigo a todos y a todos vuestros seres queridos”, concluyó sus palabras el Papa.

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