La difícil estabilidad en Palestina e Israel

Para muchos es sólo una cuestión política y diplomática. Pero la realidad es que la relativa utopía del entendimiento entre Israel y Palestina resulta un elemento fundamental del diálogo interreligioso en el siglo XXI, indispensable también para la paz en el mundo.

Se explica por esto la excepcional acogida mostrada por el Vaticano ante la decisión de la Asamblea de la ONU de reconocer a Palestina como Estado no miembro observador permanente de la organización. Este estatuto ‑idéntico al del propio Vaticano‑ concede a los palestinos el acceso a las agencias de la ONU y a la elaboración de convenciones internacionales. Si para Mahmud Abbas es la oportunidad de salvar la antigua solución de los dos Estados, para Benyamin Netanyahu, "la decisión no cambiará nada en la práctica. No habrá Estado palestino sin acuerdos que garanticen la seguridad de los ciudadanos de Israel".

Ciertamente, la reacción de Tel Aviv no ha podido ser más negativa, con la aprobación de nuevos asentamientos, y el anuncio de que va a confiscar los impuestos que el Estado de Israel recauda en nombre de la Autoridad Palestina. Confirma la triste secuencia, desde 1947, de concatenación de incumplimientos de exigencias del derecho internacional.

A corto plazo, Israel se encuentra en período preelectoral: momento poco propicio para concesiones; más bien al contrario, con mayor motivo tras las operaciones de Gaza, que han reforzado la necesidad de seguridad frente al peligro terrorista en la sociedad israelí y, al contrario, confirma a Hamas en su opción por la violencia, cada vez con más apoyos de Egipto e Irán. En cambio, la decisión de la ONU fortalece la postura de la Autoridad palestina favorable a una vuelta a la mesa de negociaciones.

En ese contexto, se comprende la satisfacción de la Santa Sede por la resolución. El pasado 30 de noviembre difundió una extensa declaración, muy clarificadora. Arranca lógicamente invocando que su participación no es partidista, de acuerdo con la naturaleza religiosa y la misión universal de la Iglesia, así como de su "atención específica a la dimensión ética de los problemas internacionales". Y se centra en la necesidad de una solución definitiva a la cuestión abordada por la Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU, del 29 de noviembre de 1947: ese documento "sienta las bases jurídicas para la existencia de dos Estados, uno de los cuales no ha sido constituido en los sucesivos sesenta y cinco años, mientras que el otro ya ha visto la luz".

La nota cita también las palabras claras y fuertes con que se despedía Benedicto XVI de Tierra Santa en el aeropuerto de Tel Aviv el 15 de mayo de 2009: "¡No más derramamiento de sangre! ¡No más luchas! ¡No más terrorismo! ¡No más guerras! Al contrario, rompamos el círculo de la violencia. ¡Que se establezca una paz duradera basada en la justicia, que haya auténtica reconciliación y cicatricen las heridas de la sociedad! ¡Que se reconozca universalmente que el Estado de Israel tiene derecho de existir y de disfrutar de paz y seguridad dentro de fronteras internacionalmente reconocidas! ¡Que igualmente se reconozca que el pueblo palestino tiene derecho a una patria independiente y soberana, tiene derecho de vivir con dignidad y desplazarse con libertad! ¡Que la 'two-states solution', la solución de los dos estados, sea una realidad y no un sueño!"

Consciente de la gravedad de los problemas, y también de su repercusión en la vida de los cristianos en la zona, la Santa Sede sigue invitando a los responsables de ambos pueblos "a reanudar las negociaciones de buena fe y a evitar acciones o poner condiciones que contradigan las declaraciones de buena voluntad y la sincera búsqueda de soluciones que se conviertan en el fundamento seguro para una paz duradera".

Al margen de decisiones unilaterales quizá precipitadas, el Vaticano se dirige también a la comunidad internacional, con la esperanza de que "redoble sus esfuerzos e incentive su creatividad, para adoptar las iniciativas adecuadas que contribuyan a lograr una paz duradera, en el respeto de los derechos de los israelíes y los palestinos. ¡La paz necesita decisiones valientes!" En este punto, algunos que se opusieron o se abstuvieron en la Asamblea general de la ONU, tendrían que revisar posturas, especialmente Washington: al cabo, tanto Bush como Obama prometieron en diversas ocasiones que apoyarían la creación del Estado palestino.

Por lo demás, sigue abierta la cuestión del estatuto internacional para la ciudad de Jerusalén. Tienen que ceder mucho las partes, pero está en juego "la libertad de religión y de conciencia, la identidad y el carácter de Jerusalén como ciudad santa, y el respeto y el acceso a los Santos Lugares situados en ella".

bernal@aceprensa.com

 

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