Un clamor por la paz y la libertad

"Es tarea de todos los que tienen alguna responsabilidad de la fe cristiana el purificar constantemente la religión de los cristianos partiendo de su centro interior, para que -no obstante la debilidad del hombre- sea realmente instrumento de la paz de Dios en el mundo".

Ya el primer encuentro de oración en Asís, convocado y presidido por Juan Pablo II en 1986, causó un cierta perplejidad que se disipó con el tiempo. Las afirmaciones de que con reuniones semejantes se favorecía el sincretismo, porque son esos actos se favorecía considerar que todas las religiones son iguales, que es indiferente el credo y que la elección cristiana es igual a las demás, han perdido todo valor.

El Papa no deja de recordar la unidad de salvación traída por Cristo, que Cristo es el Único Salvador.

Benedicto XVI ha querido adelantarse a consideraciones fuera de lugar anunciando que esta reunión estaría bajo el lema de: "Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz", y que la jornada sería de "reflexión, diálogo y oración". Y afirmó que peregrinaría "el próximo mes de octubre, a la ciudad de San Francisco, invitando a unirse a este camino a los hermanos cristianos, a los exponentes de las tradiciones religiosas del mundo y, a todos los hombres de buena voluntad, con el objetivo de recordar aquel gesto histórico querido por mi Predecesor y de renovar solemnemente el compromiso de los creyentes de todas las religiones a vivir la propia fe religiosa como un servicio por la causa de la paz".

¿Por qué quienes creen firmemente haber encontrado la Verdad en Cristo, y que han de anunciar esa Verdad que es Cristo, no se pueden unir en diálogo y reflexión, con los grandes buscadores de la Verdad, que son los creyentes de todas las religiones, los agnósticos que anhelan encontrar a Dios, los que sufren por el mal, por el pecado de los hombres?

La paz, la libertad, la concordia son, en definitiva, los presupuestos necesarios para que la Verdad penetre e ilumine el corazón, lamente, de todos los hombres.

En el encuentro del pasado día 27 de octubre, además de personas de todas las religiones han participado por primera vez cuatro representantes de asociaciones de no-creyentes: un filósofo mexicano, un filósofo italiano, una escritora francesa de origen búlgaro y un economista austriaco.

Consciente de que en diversos lugares del mundo, y en diferentes momentos de la historia de los hombres, se han promovido movimientos de violencia y de guerra en nombre de la religión, "también de la cristiana", que han oscurecido la Luz de la Verdad que es Cristo; Benedicto XVI quiso recordar a todos que "la orientación del hombre hacia Dios, vivida rectamente, es una fuerza de paz".

El Papa se esforzó en recordar, y manifestó también en este encuentro, que "la Cruz de Cristo es para nosotros el signo del Dios que, en el puesto de la violencia, pone el sufrir con el otro y el amar con el otro. Su nombre es "Dios del amor y de la paz".

Demasiados prejuicios, demasiadas malas interpretaciones, demasiadas disputas inútiles, demasiadas traiciones, han impedido a lo largo de la historia este buen entendimiento entre personas religiosas de todo el mundo. El clamor del Papa por la paz, va unido de manera necesaria a la petición por la libertad religiosa, por la libertad de practicar la religión de cada uno en cualquier lugar del mundo.

 

No será fácil, ni inmediato, descubrir los frutos de encuentros semejantes. Un detalle esperanzador son las palabras de Julia Kristeva, la francesa de origen búlgara, no-creyente, quien haciendo alusión a las palabras de Juan Pablo II en el inicio de su pontificado: "¡No tengáis miedo!, reconoció que no iban dirigidas únicamente a los creyentes, para que resistieran al totalitarismo; también le servían a ella "a no temer a la cultura europea y a osar el humanismo".

"El "no" a Dios –ha recordado el Papa- ha producido una crueldad y una violencia sin medida, que ha sido posible sólo porque el hombre ya no reconocía norma alguna ni juez alguno por encima de sí, sino que tomaba como norma solamente a sí mismo. Los campos de concentración muestran con toda claridad las consecuencias de la ausencia de Dios".

Conocerse mejor es una oportunidad para llegar a una convivencia que, por desgracia, siempre puede ser destrozada por la maldad de los hombres. Estos encuentros nos recuerdan, al fin y al cabo, que los seres humanos no somos extraños los unos a los otros; y estas relaciones de amistad hacen renacer en el alma de tantas personas esa luz que les lleva a reconocer en los demás criaturas de Dios, hijos de un Dios, Creador y Padre.

Ernesto Juliá Díaz

ernesto.julia@gmail.com

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