La fe del capitán Iubrano, secuestrado en alta mar

Ha pasado casi un año de su liberación, pero aún le es difícil hablar de ello. El capitán Giuseppe Lubrano es un hombre de mar, que ha dedicado su vida al trabajo y que en febrero de 2011 fue secuestrado –junto con la tripulación que capitaneaba- por una banda de piratas somalíes. Su fe, le ayudó a seguir adelante.

Hace unas semanas el Vaticano reunió al llamado Apostolado del Mar en un congreso para que capellanes marítimos se actualizaran en la manera de ayudar material y espiritualmente a quienes pasan su vida en mar abierto. Entre ellos estaba el Capitán Giuseppe Lubrano, que contó en primera persona el apoyo que su familia recibió del Apostolado del Mar y cómo su fe le mantuvo firme a pesar del horror que vivió durante los 315 días en los que su barco fue tomado por piratas somalíes.

A penas comían un puñado de arroz y tan sólo les daban un litro y medio de agua. Hasta ahora, Lubrano, sigue sin entender por qué pasó aquello. Qué llevó a esos piratas a asaltar su barco y a secuestrar a los 22 marineros que él tenía a su cargo.

"Los días pasaban iguales. Nos obligaban a dormir en el suelo y estábamos en condiciones verdaderamente infrahumanas. Y yo creo que en una situación así interviene", asegura el capitán y continúa reviviendo lo que pasó en el barco Savina Caylyn: "Los secuestradores veían cómo rezaba y me decían 'tu rezas al Dios equivocado', pero yo les respondía que no. Que Dios es el mismo para todos, solo que para ellos tiene un nombre distinto al mío". Según cuenta Giuseppe Lubrano los piratas que secuestraron su barco eran especialmente peligrosos porque en ocasiones ingerían una planta alucinógena que los drogaba y los volvía aún más violentos.

No podían comunicarse con sus familias y decir que seguían vivos. Pero en tierra firme los sacerdotes del Apostolado del Mar atendían material y espiritualmente a sus familias. Las negociaciones eran difíciles porque pedían un rescate muy elevado y sobre todo porque no estaban dispuestos a bajarlo. "Era tan lógico que alguno de mis hombres hubiera muerto durante los meses que estuvimos secuestrados, que el verdadero milagro es que todos termináramos los 316 días en manos de piratas sanos y salvos", afirma Lubrano.

Tras meses y meses de negociaciones y cuando la comida y el agua llevaban tiempo escaseando aún más de lo habitual, los piratas les dieron la noticia de que se había llegado a un acuerdo y que estarían libres. Y así fue, el 25 de diciembre de 2011 abandonaron el barco, y cuando el Capitán Lubrano se puso en contacto con otra nave que estaba en las cercanías y que vendría a socorrerlos, pidió que además de comida, agua y artículos de primera necesidad, trajeran a un sacerdote.

"Nos liberaron el 25 de diciembre, y el 26 trajeron al capellán en helicóptero que improvisó un altar. Le pedí que celebrara una Misa y yo invité por la megafonía a toda mi tripulación. Pensaba que sólo asistirían los católicos, porque muchos de mis hombres eran musulmanes o hindúes de religión. Pero no fue así. Vinieron todos. Y en el momento de la paz nos abrazamos. Fue un momento de unión muy fuerte entre nosotros, porque habíamos vivido una situación al límite de nuestras fuerzas y habíamos sobrevivido todos. Y ahora volvíamos a casa. Fue una prueba de que Dios nos había acompañado", cuenta el capitán con la mirada hundida en el suelo, recordando el infierno que vivió y sobre todo, cómo su fe le ayudó a mantener la fuerza y la esperanza propia, la de su familia y también la de sus 22 hombres. Cómo su fe le ayudó a mantenerse fiel y creer contra toda esperanza que volverían todos, sanos y salvos a casa.

@blancaruizanton

 

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