De Valladolid a Rusia; la historia de Don Aleksander Burgos

Otests Aleksander antes era simple y llanamente don Alejandro, un sacerdote diocesano que pidió cambiar su parroquia de Valladolid por otra en Rusia.

Su abundante barba canosa, la hechura corpulenta y sus ojos azules hacen que Otests Aleksander hacen que parezca un ruso más, pero nada más lejos de la realidad. Don Alejandro es español, de Valladolid y tiene 50 años, los diez últimos los ha vivido entre San Petersburgo y Komi, cerca de los Urales. Asegura que a pesar de ser español, procura ser "un sacerdote ruso".

Todo comenzó cuando un obispo de Kazajistan pidió a Juan Pablo II sacerdotes que le ayudasen en su país. Otests Aleksander, que llevaba poco tiempo ordenado sacerdote, supo de ello y se ofreció voluntario a su obispo. "Al final –cuenta- lo de Kazajistan no salió, pero como yo había hablado mucho con mi obispo sobre esto, al final decidimos que también podía ir a Rusia. Hablé con el obispo de esa zona y, seis años después de lo de Kazajistan, me fui a San Petersburgo, a trabajar en una parroquia de aquella ciudad".

Aún recuerda el primer día que pisó tierra rusa, había comprado una botella de agua que se congeló en el camino desde la parada de metro hasta la catedral, en unos escasos 15 minutos. Cuando llegó a la parroquia de San Juan Bautista en la que le habían asignado para trabajar, la situación era bastante compleja. Según cuenta Otests Aleksander, los soviéticos habían confiscado muchos años antes la iglesia y la habían convertido en una sala para bicicletas y más tarde en sala de conciertos clásicos. Fue en 1991 cuando, tras mucho empeño y luchas burocráticas, don Aleksander y él párroco, un sacerdote polaco, consiguieron que les devolvieran las llaves de la parroquia, -aunque tuvieron que esperar hasta el año 2006 para que la devolución fuera oficial-. Precisamente a los pocos meses de llegar don Alejandro, el gobierno ruso decidió no renovar el visado del párroco polaco y tuvo que volver a su país , por lo que don Aleksander se quedó forzosamente al frente de la parroquia, sin saber casi el idioma. "Yo había previsto una estancia inicial de tres meses para aprender ruso, pero dadas las circunstancias, tuve que acelerarlo todo- recuerda con buen humor-. Fue un tiempo fuerte, porque cuando llegas, no sabes hablar bien el idioma y tienes un poco de miedo por toda esa mitología que hay sobre Rusia y la KGB y también por haber visto como echaban al párroco". Y es que tras los chechenos, los católicos eran los siguientes en las listas del servicio secreto ruso.

Ahora tras 10 años de trabajo ha abierto un pequeño jardín de infancia y una discreta editorial en la que imprime la hoja parroquial. Podrían parecer logros sin importancia, pero son grandes éxitos si se tiene en cuenta el devastador paso del comunismo y del férreo control del gobierno sobre la libertad de culto."La clave está en la burocracia, burocracia y más burocracia. Si tienes todos lo papeles en regla, nadie te puede decir nada y eso te hace estar tranquilo, aunque es agotador", afirma el sacerdote. A pesar de que no hay datos ciertos, se estima que actualmente, en toda Rusia hay entre 600.000 y un millón de católicos. Aunque antes de la revolución rusa eran un 7% de la población. Según don Aleksander unas diez personas se convierten al catolicismo cada año. "Para el corazón del párroco estas diez personas son muchas. Para el ritmo que debería llevar una evangelización, no tanto", afirma. Aunque asegura que su mayor ilusión es que salgan sacerdotes rusos para llevar a cabo la labor en el país y aunque todavía no ha habido ninguna vocación, don Aleksander no pierde la esperanza y sentencia: "Dios dirá".

 

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