La Iglesia en femenino

Aún no he conseguido cerrar la boca. Sigo en shock. ¿No es verdad que la noticia más vista de la semana es la que recoge las declaraciones de la teresiana María Victoria Molins?

En ella podemos leer su opinión respecto al papel de la mujer en la Iglesia: "Debería ser similar al del hombre. ¿Por qué ha de ser diferente? En la sociedad ha avanzado bastante y en la Iglesia, muy poco. Quedó muy claro en la visita del Papa en la Sagrada Familia, donde el papel de la mujer fue limpiar lo que había ensuciado el pontífice".

Yo no sé si estamos hablando de la misma Iglesia. Esa que inició en el seno de una mujer. ¿Han oído ustedes bien? Sí, esa Iglesia que se expandió gracias a la predicación de otra mujer, que tras encontrarse el sepulcro vacío y a Cristo resucitado instó a los discípulos a creer. Esa Iglesia que se presenta en femenino, como la Esposa de Cristo.

Las declaraciones de esta mujer no me dan rabia ni me enfadan. Más bien me dan lástima. Qué pena que una mujer consagrada se haya perdido la gran riqueza de la Iglesia, y su papel insustituible como mujer, que va más allá de ser una asistenta del hogar. Parece mentira si observamos toda la labor de servicio social que lleva a sus espaldas.

Es una lástima pasar por alto el papel de Sara, que acompañó a su marido Abraham por una tierra que no conocían, y que, entre risas, concibió en su seno añejo a Isaac. O el de Débora, que yendo más allá del cobarde de Barak mató a Sísara. O el de Ester, que puso en peligro su vida para interceder por su pueblo. O el de la madre de los Macabeos, que animaba a sus hijos a no apostatar a pesar de verlos sufrir o morir.

Es una lástima pasar por alto que la Escritura nos muestra a un Dios como madre, incapaz de olvidarse de su hijo. Su misericordia es rahamim, palabra hebrea –plural de réhem- que designa el seno materno, el útero, donde hace renacer a los que tienen un corazón arrepentido.

Es una lástima obviar la labor de mujeres de rompe y rasga que a lo largo de la historia de la Iglesia no se han sentido excluidas, sino que han mostrado que la mujer tiene mucho que decir. Pienso en Santa Teresa de Jesús, en Santa Catalina de Siena o en Santa Faustina Kowalska, sin ser exhaustiva.

"La dignidad de la mujer se relaciona íntimamente con el amor que recibe por su femineidad y también con el amor que, a su vez, ella da" (Mulieris Dignitatem 30). Esa es mi experiencia como mujer cristiana. Encuentro mi papel en la Iglesia, y no es precisamente papel de cocina. Es una lástima que esta mujer se haya perdido la riqueza sinfónica de la Iglesia, en la que todos los miembros –hombres y mujeres- existen para amar y ser amados.

chelizpaula@gmail.com

 

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