Dios y el hombre; el hombre y Dios

Muy oportunamente, Olegario González de Cardedal ha escrito una tercera página en Abc del título: "Dios, ¿un juguete roto?".En el artículo, y de forma seria y delicada, deja bien de manifesto el vacío –y el fracaso anunciado- del sueño de Tierno Galván. ¿Qué sueño? Ofrecer el nacimiento de una nueva civilización cimentada en la "fe" del agnóstico.

"El agnóstico –escribió Tierno- es la mandurez de la secularización. Desde el agnosticismo cabe incluso ser cristiano sin trascendencia". Y quizá precisamente por eso, "el agnosticismo parece el único camino para devolver al hombre la seguridad y el entusiasmo frente a tantos millones de cristianos decepcionados, para los que Dios es, aunque muchos no lo admitan, un juguete roto".

Toda civilización ha comenzado en el impulso, en el fundamento religioso de los hombres. La realidad de Dios que pudo tener Tierno en su cabeza al hacer estas "profecias", me parece que debió de ser una realidad muy, muy empobrecida, además de deforme. Dios que apenas es "una imagen deformada del hombre que la ha pensado". "Cristianismo sin trascedencia", además de dejar de ser "cristianismo", deja de ser inemdiatamente "relación con Dios", "relación con Dios encarnado en Jesucristo". O sea, nada.

Ni siquiera la "imaginaria" idea de Dios que suelen tener algunos ateos, y agnósticos, y que hizo comentar a Nicolas González Davila: "El ateo nunca perdona a Dios su inexistencia".

Ante esas afirmaciones, González de Cardedal, afirma con claridad: "Dios no es un juguete ni está roto sino el Misterio que nos alumbra", y que: "responde a la necesidad de verdad, de justicia, de sentido y de futuro que constituye nuestra entraña". Y termina su tercera página diciendo: "Todo hombre que baja al fondo de sí mismo sabe de Dios y quien sabe de Dios a fondo sabe del hombre".

Y esta afirmación, tan lógica y natural, es lo que me gustaría subrayar en estas líneas.

Más de un agnóstico, y más de un ateo, ante las palabras que cierran el escrito pueden recordar algo que desde los tiempos de Feuerbach no dejan de repetir escritores, ensayistas, que se declaran ateos, agnósticos: "La religión es la reflexión, el reflejo de la esencia humana en sí misma.[] Dios es para el hombre el contenido de sus sensaciones e ideas más sublimes, es su libro genérico, en el cual escribe los nombres de sus seres más queridos".

O sea, el hombre "crea" a su propio "dios": "En efecto, dios no es más que un sueño del hombre ante sus miedos, angustias, reflejadas en el fondo del su interior". Después de esas afirmaciones, la conclusión lógica es: "No bajes al fondo de ti mismo, y nunca te encontrarás a ese dios que has inventado".

¿Por qué Dios, como afirma González de Cardedal, "responde a la necesidad de verdad, de justicia, de sentido y de futuro que constituyen nuestra entraña"?. Y ¿por qué esa invitación al hombre a bajar al fondo de su abismo?

Antes que el hombre, está Dios. "La creatura, sin el Creador, desaparece". Hay un intento de los restos de una subcultura en Europa, que pretende hacer desaparecer al Creador, a la Razón Creadora de Dios. Que es la que de verdad explica al hombre: materialismo, evolución, caos, azar, etc. etc., son simples subterfugios para eludir el problema.

 

Dios no es sencillamente una "respuesta". Dios está en el origen de toda pregunta que el hombre se hace así mismo, sobre sí mismo y sobre todo el universo. La huella del Creador en la creatura; la huella del padre en el hijo. El hijo anhela conocer a su padre. La creatura anhela conocer, y amar, al Creador.

ernesto.julia@gmail.com

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