Debate sobre si existe un islamismo moderado

Escribo estas líneas mientras se aprueba una Constitución confesional para Egipto y crece la crisis política en Túnez. La influencia de la religión musulmana en estos fenómenos resulta inquietante, especialmente desde el punto de vista del respeto de la libertad religiosa.

Pero no faltan voces, normalmente de intelectuales islámicos que viven y trabajan en Occidente, que pugnan por el reconocimiento de la moderación.

Así, Abdelwahab Meddeb, profesor de literatura en la universidad de París-X, escribe un largo artículo en Le Monde del 16 de diciembre en que plantea cómo sacar al Islam del islamismo: "de Indonesia al Magreb, es tiempo de crear una liga mundial de musulmanes liberales contra el wahabismo". A su juicio esa tendencia, dominante o fuerte en tantos países, estaría en trance de transformar el Islam y conducir a sus pueblos hacia lo peor: la regresión, el oscurantismo, la cerrazón, el fanatismo.

El problema está presente en Egipto, como escribí no hace mucho, pero también en otros países desde que comenzó la "primavera árabe". De hecho, suele situarse en Túnez el arranque de este fenómeno, con la autoinmolación de un vendedor ambulante, hace ahora dos años, para protestar contra la precariedad económica y los excesos del régimen del presidente Ben Ali.

Pero la democracia no está afianzada en Túnez: a pesar de las elecciones, se mantiene el estado de excepción desde enero de 2011. La transición no resulta fácil, por el déficit ancestral de cultura participativa. Pero, como sabemos en España, el gusto por la libertad invita a defenderla contra la represión o las corrupciones; también, contra imposiciones de corte religioso aun incorporadas al ordenamiento jurídico.

Mucho influyen en crisis como la de Túnez las dificultades económicas. A punto de ser convocada una huelga general, se llegó a un acuerdo in extremis para cancelarla, pero los militantes acudieron en masa a la sede del principal sindicato, la UGTT para expresar su frustración y su rechazo del acuerdo alcanzado: lamentan que no se haya producido "ningún cambio" en sus vidas desde la llegada al poder del islamista Ennahdha (Renacimiento). En el fondo, al gobierno le preocupa sobre todo la imagen exterior de inestabilidad, que tan negativamente afecta al turismo, una de las principales fuentes de riqueza y empleo.

Lo explicaba en La Vanguardia, 13 de diciembre, Fathi Chamkhi, profesor de Economía, miembro del Consejo de la Revolución de Túnez, antes de recibir el premio Alfonso Comín: "Los tunecinos apostamos colectivamente por una libertad sin libertadores ni mesías que no acabe en fundamentalismo islámico".

Su crítica a un gobierno islamista con imagen de moderado es muy dura: "Islamismo moderado es un oxímoron, porque los islamistas aspiran a ocupar todo el poder siempre. La diversidad les repele y no aceptan más verdad que la suya ni más ley que la islámica. Son sus genes ideológicos". Y añade otra fuerte referencia a las tácticas para conseguir buena fama lejos de sus fronteras: "Los que ustedes consideran moderados intentan ir por etapas sin alarmar a la comunidad internacional"; y "en ese camino pueden aceptar a otros partidos, pero sólo temporalmente. Los radicales, en cambio, quieren todo el poder y ahora y, si es necesario, con la yihad".

La clave está en la identificación entre religión y política, y en la apuesta por la vigencia general de la ley islámica. Pues la decadencia del mundo musulmán sería consecuencia del relajamiento religioso, del apartamiento del Corán y de Mahoma. Por eso, rechazan cualquier barrera que surja en la ruta hacia la instauración de un nuevo orden moral conforme con la sharía.

Jeune Afrique confirma la compenetración de los salafistas con el partido Ennahda, vencedor en las elecciones de octubre de 2011 en Túnez. A ese semanario declaraba su presidente, Rached Ghannuchi –que vivió exiliado en Londres más de veinte años‑, en una extensa entrevista del pasado mes de agosto: "El Islam y la política son inseparables". Ninguna objeción, por tanto, a la confesionalidad del Estado.

 

Ése es también el objetivo de los incipientes partidos musulmanes en Europa, como el belga "Islam", que consiguió algunos concejales en las recientes elecciones municipales (en Molenbeeck y Anderlecht). No oculta su propósito de instalar la sharía en Bélgica en 15 ó 20 años... Se comprende que haya provocado un movimiento para ilegalizarles. Como también la esperanza de Fathi Chamkhi ante los islamistas tunecinos: "Los árabes aspiramos a más bienestar, tolerancia y libertad. Y los frenaremos".

bernal@aceprensa.com

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