La enfermedad está cambiando la vida cotidiana en Sierra Leona

P. Luis Pérez, en medio del ébola: "Recuperar la esperanza no es fácil"

Después de la parada del verano, el Padre Luis Pérez Hernández tendría que estar preparando en este momento el arranque del nuevo curso escolar y pastoral, pero el ébola ha trastocado sus planes. Este año no abrirán las aulas, se ha suprimido la paz en las celebraciones eucarísticas y los contactos se limitan a los menos posibles. Pero los misioneros siguen allí, en medio de la devastación, para hacer algo tan importante como cuidar del cuerpo: devolver la esperanza a un pueblo vapuleado primero por la guerra civil y ahora por la enfermedad.


Manos siendo desinfectadas
Manos siendo desinfectadas

A Sierra Leona le ha caído el ébola como una losa sobre su maltrecha economía. Explica el Padre Luis Pérez, misionero javierano en el país, que “Es un golpe a la esperanza que, después de los años de guerra, tenía el país de ir mejorando en general en todos los aspectos de la vida pública y privada, es un frenazo al crecimiento que estaba experimentando poco a poco”. Y es que, en efecto, “el ébola ha producido enfermedad, sufrimiento y muerte, salida masiva del país de empresas internacionales y sus trabajadores extranjeros, paralización de los trabajos que estas empresas estaban haciendo y despido, hasta más ver, del personal sierra leonés; pérdida de puestos de trabajo; cierre de proyectos de desarrollo; dada la reducción de movilidad de personas y mercancías, subida de los precios de los bienes de necesario consumo; cierre de escuelas y de muchos hospitales donde un buen número de personal sanitario se ha visto afectado con el contagio y la muerte; suspensión del servicio de compañías aéreas; miedo generalizado e inquietud en la vida ordinaria y preocupación por el presente y el futuro”.

Por eso, los javieranos, como tantos otros misioneros, se quedan allí donde pueden ser más necesarios, “haciendo lo que podemos”, que consiste, sobre todo, en que “ue las comunidades estén unidas en la oración, la celebración de la fe, en el compartir la adversidad, en el estar pendientes los unos de los otros, en la ayuda recíproca, de forma que la esperanza se mantenga a través de la comunión y la fraternidad que da también posibilidades de futuro y favorece el afrontar los problemas de la vida con mayor serenidad y posibilidad de una mejor reacción y respuesta”.

El ébola lo ha trastocado todo, la celebración de las misas, las visitas a los domicilios, los velatorios de los muertos... De hecho, el Padre Luis se lamenta de que poco pueden hacer por las personas que están contagiadas, a las que retiran a lugares cerrados. Pero se vuelcan en los que quedan fuera y han visto cómo toda su vida se ve trastocada. 

Reconoce que al principio tenían miedo porque no sabían mucho del virus. Ahora, con la información en la mano, tienen “una buena dosis de inquietud y estado de alerta”, pero ya se han acostumbrado.

A lo que no se acostumbran es a vivir con “una gran tristeza e impotencia al ver el sufrimiento de la gente, las consecuencias nefastas de esta epidencmia en la actualidad y en el futuro, el retroceso que supondrá.

 


 

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