En la celebración de los resultados electorales del 20-D

Pablo Iglesias apela a la “fraternidad y al amor” pero resucita el fantasma de la Guerra Civil

El líder de Podemos levanta ampollas rememorando el fusilamiento de su tío abuelo, aunque matiza: “Mis familiares nunca me hablaron desde el rencor”

Pablo Iglesias no olvida la contienda fratricida española de hace casi un siglo. En el acto final tras las elecciones del 20D, comenzó su discurso con un “buenas noches Madrid, capital de la fraternidad”. Pero acto seguido, esa concordia inicial se vio empañada al rememorar el fusilamiento de su tío abuelo en Valencia, durante la Guerra Civil.

En la Plaza del Museo Reina Sofía de Madrid, ante centenares de militantes y simpatizantes de Podemos, Pablo Iglesias tenía la oportunidad de enterrar de una vez por todas los fantasmas del pasado español. Pero no fue así.

“Hace 76 años, muy cerca de esta plaza, mi tío abuelo le dijo a su hermana: pase lo que pase, siempre nos quedarán los jardines de Atocha. Estaba a punto de perder una guerra y pocos meses después, mi tío abuelo fue fusilado en Valencia. Aquel hombre era un panadero socialista, uno de los muchachos de la motorizada, que siempre acompañaba a don Indalecio Prieto (político socialista español)”.

Posteriormente y en un intento de suavizar el tono, relató que, a pesar de este fusilamiento, “las hermanas de aquel hombre –sus tías- nunca nos hablaron a mi madre y a mí desde el rencor ni la venganza, sino desde el amor”. Una de cal y otra de arena.

Prosiguió sus discurso –que lo tenía escrito-, enumerando lo que para él son los actos heroicos que hacen patria: “Una abuela que estalla de alegría al ver a su nieta aseada y bien calzada, con sus libros de texto, cuando va a su encuentro al salir de una escuela pública bien equipada -aplausos- esto es la imagen de un país decente”.

Continuó definiendo la bondad de ciertos oficios como aquellos que realmente construyen y cambian un país: “La abuela que enseña a sus nietos que los juguetes se comparten. El enfermero que sabe que su ternura es la dignidad de la anciana enferma, la profesora que se esfuerza a pesar de los recortes para que sus alumnos aprendan, el pequeño empresario que trata a sus empleados como compañeros. La revolución no está en las banderas, sino en los pequeños gestos”.

Estas últimas palabras podrían haber logrado cierto efecto pacificador. Sin embargo, consiguieron justo el contrario cuando desenterró, por tercera vez, las viejas heridas pasadas. Así, finalizó su discurso utilizando expresiones reivindicativas tipo “se oyen en esta noche las voces del pueblo de Madrid resistiendo la invasión” y entonando la canción de Paco Ibáñez, “A galopar”, -del poema de Rafael Alberti-.

Alberto Garzón: “Ningún poder eclesiástico nos doblegará”

Por su parte, el líder de Izquierda Unida-Unidad Popular, Alberto Garzón, hizo referencia también a lo que él denomina poderes fácticos. Tras conocer los resultados electorales, dijo en su alocución ante la prensa: “Nuestra política seguirá siendo por y para las clases populares. Continuaremos luchando por la unidad popular. Seguiremos siendo activistas populares. Esta candidatura no se doblegará ante ningún poder sea económico, militar o eclesiástico”.

 

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