Una remota isla paradisíaca... repleta de agresivos caníbales; el peor lugar del mundo para irse de vacaciones (Rousseau no tenía razón)

En pleno siglo XXI, hay lugares de la Tierra a donde todavía no ha llegado el eco de la Buena Nueva ni de la civilización. Dentro del escalafón de aislamiento, el que quizás se lleve la palma sea la isla de Sentinel del Norte, que tiene una extensión de 72 kilómetros cuadrados y está poblada por una misteriosa tribu que prefiere no tener contacto con el mundo exterior.

Se trata de una sociedad paleolítica prácticamente en estado puro. Los sentineleses nunca salen de su isla, y por lo que sabemos nunca han sido 'contaminados' con ideas del mundo exterior. El paraíso de un antropólogo… si le dejaran desembarcar allí, porque normalmente los nativos reciben a los visitantes a flechazos, y la política de la India es restringir los contactos al mínimo imprescindible. Y en circunstancias normales el mínimo imprescindible es cero.

Una historia curiosa. Vamos a verlo a continuación un poco más en detalle. Comenzamos con la ubicación geográfica. El archipiélago de Andamán se encuentra en la bahía de Bengala, al Este de la India. Las islas principales de este archipiélago fueron ocupadas por los ingleses en 1857. Y a lo largo de la era colonial las islas recibieron un importante aporte de población originaria del subcontinente indio. Esa es la explicación de que las islas fueran atribuidas a la India cuando ésta alcanzó su independencia en 1947. En la actualidad, de los 314.000 habitantes del archipiélago más del 99% son descendientes de esos colonos indios, y apenas unos 1.000 pertenecen a las etnias aborígenes andamanesas que originalmente poblaban las islas. Estas nunca fueron demasiado numerosas (probablemente nunca superaron la cifra de 10.000 individuos en su conjunto) y en los siglos XIX y XX fueron literalmente ahogadas por la avalancha numérica de colonos del continente.

Hay que decir que en contraste con esa injusticia que tuvo su origen en la época colonial, la política India actual es de una exquisita no intervención en las zonas que actualmente ocupan los supervivientes de las etnias originales. Y el caso más extremo de esa política de no-intervención es la isla de North Sentinel.

La isla de North Sentinel nunca fue ocupada por los ingleses. Es una isla pequeña (de unos 72km² de superficie, y unos 8km de ancho), completamente cubierta por una densa jungla y sin ningún puerto natural. Y además la barrera natural de arrecifes de coral que la rodea hace muy difícil la navegación. Gracias a esos inconvenientes sus habitantes pudieron librarse del destino que siguieron las etnias de islas vecinas, incluso cuando el resto del archipiélago fue ocupado por los japoneses en la segunda guerra mundial.

La noticia más antigua que tenemos sobre los habitantes de North Sentinel se la debemos al explorador británico John Ritchie, quien además de cartografiar el contorno de la isla escribió la siguiente observacion en 1771: “…a juzgar por la multitud de luces que se ven sobre la costa por la noche, (la isla) está bien habitada”.

Desde esa noticia y durante todo un siglo no hubo mayor intento de explorar la isla más allá de ocasionales circunnavegaciones alrededor de los peligrosos arrecifes de coral que la rodeaban. Las únicas noticias de los sentineleses eran esas antorchas que se encendían por las noches, o como mucho la descripción de pequeños puntitos que se movían por la playa de día vistos desde lejos.

El primer contacto conocido tuvo lugar en 1880, cuando una expedición dirigida por M.V. Portman finalmente desembarcó en North Sentinel.

Esta primera expedición de M.V Portman contaba con varios nativos de las tribus Aka-Bea (Gran Andamanés), y ellos les avisaron de la hostilidad de los sentineleses. En esta época los británicos no eran conscientes de las muchas y complejas enemistades existentes entre los nativos. Y para añadir confusión, los mismos andamaneses no tenían ideas demasiado claras sobre los grupos que no eran sus vecinos inmediatos. Los Aka-Bea de este viaje podrían haber confundido a los Jarawa (sus vecinos directos y antiguos enemigos en Gran Andamán) con los sentineleses (quienes probablemente habían tenido poco o ningún contacto histórico con los Aka-Bea). En este sentido la presencia de los Aka-Bea fue contraproducente.

 

Poco más sabemos de esta primera expedición. Disponemos de algunas fotografías conservadas el el Anthropological Survey of India en Calcuta donde se aprecia la espesura de la vegetación y grupos de nativos Aka-Bea “posando” en lo que Portman pensó que deberían ser actitudes típicas sentinelesas (cocinando, durmiendo, vigilando, etc.), pero desde un punto de vista científico la expedición fue un fracaso, dado que no hubo un contacto real con los auténticos nativos de la isla, que huyeron a refugiarse en la jungla.

El segundo desembarco registrado en North Sentinel fue causado por un evento inusual. Al atardecer del 26 de Agosto de 1886 en Port Blair se oyeron a lo lejos ”armas de fuego” disparando a intervalos irregulares y esto fue interpretado como una señal de socorro de un barco. A la mañana del día siguiente Portman marchó en busca del barco en problemas en el área de la isla Rutland, el grupo Laberinto y North Sentinel. Al desembarcar en esta última, sólo encontró poblados abandonados y ningún signo del barco. Los nativos habían huido otra vez a la vista del número superior de “invasores” y sus armas. Portman dejó regalos abandonados en la isla antes de volver a Port Blair. El ruido de las “armas de fuego” continuó oyéndose hasta que la llegada de telegramas aclaró que el misterioso ruido se debía a la famosa erupción del volcán de Krakatoa, a unos 2500 Km de allí.

Más significativo fue el desembarco que llevó a cabo el mismo Portman en 1895. En sus popias palabras:

“La isla North Sentinel Island fue visitada el 15 de Febrero de 1895, y yo llevé allí algunos Onges de las islas Quince, ya que yo había oído en su poblado que uno de ellos era un sentinelés, quien unos años atrás había abandonado North Sentinel en canoa y había llegado a través de la isla Rutland hasta las islas Quince y los pequeños andamaneses.

Después de una búsqueda los días 15 y 16 en la costa de la isla, algunos de los habitantes fueron vistos cerca de la punta noroeste en una canoa; aunque fueron llamados por los Onges, y por su propio paisano, los cuales habíamos traído con nosotros, ellos mostraron los usuales signos de susto y hostilidad, y como nosotros no deseábamos provocar un encuentro, el grupo de búsqueda se volvió sin conseguir acercarse a ellos.

Desde mi muy ligero conocimiento del lenguaje Onge, es bastante probable que yo malinterpretara al supuesto sentinelés, y puede o que él haya sido llevado lejos de North Sentinel por una tormenta, posiblemente cuando era niño, y que haya sido adoptado por los Onges cuando él les encontró en las islas Quince (los adultos que fueran con él acabarían siendo asesinados), o que quizás pueda haber habido realmente ocasionales relaciones sexuales o bien entre los sentineleses y los Jarawa y los de la isla Rutland, o bien entre los sentineleses y los Onge.

Es interesante anotar que, a diferencia de su comportamiento en las junglas de Gran Andamán, los Onges en cada ocasión que han estado en North Sentinel han llevado la iniciativa en buscar a los Jarawa (=Sentineleses) en el bosque, y parecen no tener miedo de ellos.”

Por primera vez se registra un contacto real, y va acompañado de historias de contactos previos entre los nativos. Pero tal vez lo más interesante sean las canoas.

Al igual que los Onge (pero no los Jarawa), los sentineleses construyen canoas que utilizan para pescar. Las canoas sentinelesas son bastante parecidas a las de los Onge, aunque no idénticas.

El uso de las canoas en la isla no es muy frecuente, y nunca se ha visto a ninguna fuera de la barrera protectora de los arrecifes de coral.

Este hecho, unido a las observaciones de Portman hace suponer una relación de parentesco especial entre ambos grupos, aunque geográficamente tanto los Jarawa como los Jangil estuvieran en una posición más cercana a la isla que los Onge.

La siguiente visita fue mucho menos agradable. En 1896 tres convictos escaparon de Port Blair y su huida les llevó hasta North Sentinel. Dos se ahogaron en los arrecifes que rodean la isla y el único superviviente murió a manos de los guerreros sentineleses. Su cuerpo fue abandonado en la playa, donde fue divisado por un barco británico que lo recuperó.

Desde entonces y hasta la decada de los 60 del siglo pasado los contactos registrados han sido muy escasos. La isla de North Sentinel no solo está defendida (hasta el día de hoy) por sus guerreros, sino también por rudos e impredecibles mares y un casi ininterrumpido anillo de traicioneros arrecifes de coral.

Los arrecifes hacen la isla inaccesible por mar diez meses al año, y claramente peligrosa la aproximación durante los dos meses restantes. La isla ha sido bien conocida y temida por los marineros por esa causa.

Pueden pasar décadas entre las visitas registradas, entre las cuales los sentineleses simplemente viven su vida sin ser molestados, hasta el día de hoy.

Es de suponer que también han tenido lugar desembarcos anónimos de los cuales no tenemos registro alguno. Navegantes, pescadores, aventureros, náufragos, fugitivos, etc. Estos desembarcos ocasionales no registrados posiblemente pueden haber contruibuido a la continuada hostilidad de los sentineleses hacia el mundo exterior. Y podrían ofrecer una explicación a los inexplicables cambios de comportamiento de los sentineleses ante las visitas que reciben, que van desde lo casi amistoso en un encuentro a lo violento e implacablemente hostil en el siguiente.

La mayoría de los contactos anónimos han debido ser hostiles o problemáticos. Por poner un ejemplo reciente, en Marzo de de 1970 se detectó una embarcación naufragada en el arrecife de coral de la costa SE de la isla, sin signos de tripulación. Debía llevar allí encallada 7 o 8 meses, pero nadie la reclamó ni denunció la desaparición de los marineros (lo cual hace sospechar que su actividad no debía de ser muy legal). Probablemente los tripulantes sucumbieron ante los defensores de la isla o huyeron de allí en balsas. Si alguien consiguió quedarse allí durante algún tiempo, desde luego no modificó en nada la cultura y las costumbres de los nativos. Y nadie ha pedido ser rescatado de la isla o mostrado señales de ello en ninguno de los contactos.

En la década de los 70 la isla comenzó a atraer la atención de antropólogos e investigadores, y las visitas se incrementaron.

El detonante fue la expedición del 29 de Marzo de 1970. Un equipo de antropólogos indios entre los cuales se encontraba T.N. Pandit llegó a la isla y ofreció pescado a los nativos (arrojándolo desde una embarcación). Unos cuantos hombres recogieron el pescado. Parecían agradecidos, pero su actitud hostil no se suavizó. Empezaron a gritar en su idioma. Los miembros de la expedición respondieron haciendo gestos de que querían ser amigos, pero la tensión no disminuyó. En ese momento ocurrió algo extraño: una mujer se emparejó con un guerrero y se sentaron en la arena abrazándose apasionadamente. Este acto fue repetido por otras mujeres, cada una reclamando un guerrero para sí en una especie de apareamiento comunitario. De este modo el grupo militante disminuyó. Esto continuó durante algún tiempo, y cuando la frenética danza de deseo concluyó, las parejas se retiraron a la espesura de la jungla, aunque algunos guerreros todavía permanecieron de guardia. Entonces los investigadores arrojaron algo más de pescado, que fue inmediatamente recogido por algunos jóvenes, y después se retiraron.

Las noticias se difundieron, y la isla comenzó a ser objeto de atención entre los especialistas. Pero no todas las visitas iban a tener el mismo éxito…

En la primavera de 1974 tuvo lugar una expedición nefasta desde el punto de vista científico. North Sentinel fue visitada por un equipo de antropólogos que estaba fimando un documental titulado “Man in Search of Man”. El equipo iba acompañado por algunos policías armados y un fotógrafo del National Geographic. Cuando la lancha motorizada se abrió paso através de la barrera de arrecifes, algunos nativos emergieron de la selva. Los antropólogos hicieron gestos amistosos. Los Sentineleses respondieron con una cortina de flechas. La lancha tomó tierra en un punto de la costa fuera del rango de alcance de las flechas y los policías (vestidos con chalecos de armadura acolchada) desembarcaron y dejaron regalos en la arena: un coche de plástico en miniatura, algunos cocos, un cerdo vivo atado, una muñeca y papel de aluminio. 

Los policías volvieron a la lancha y esperaron para observar la reacción de los nativos a los regalos. La reacción fue lanzar otra tanda de flechas, una de las cuales alcanzó al director del documental en el muslo izquierdo. El hombre que hirió al director se retiró riendo orgullosamente para sentarse a la sombra de un árbol mientras otros nativos alanceaban al cerdo y a la muñeca antes de enterrarlos en la arena. Después se fueron todos, llevándose solo los cocos y el papel de cocina con evidente placer. Al parecer conocen perfectamente alguna versión local del mito del caballo de Troya y desconfían profundamente de regalos abandonados en la arena que no pueden identificar.

El mismo año (1974) tuvo lugar una nueva expedición oficial india. Esta vez los investigadores trajeron consigo a 3 individuos de la etnia Onge con la esperanza de que la comunicación fuera más fácil. Pero los Onge mostraron tener terror a los Sentineleses, y los frustrados científicos no pudieron deducir del intercambio de gritos (con los Onge hablando desde el altavoz del bote) si realmente los lenguajes eran cercanos y los Sentineleses podían entender los mensajes de amistad que les lanzaban desde el bote. En todo caso, su respuesta fue negativa.

Y para colmar el vaso de los despropósitos, en 1975 el exiliado rey de Bélgica Leopoldo III (obligado a abdicar por su colaboración con la Alemania nazi), estando de turismo en Andamán como antropólogo aficionado fue invitado por las autoridades locales a un crucero nocturno por las aguas de North Sentinel. Escarmentados por la experiencia del año anterior, al menos mantuvieron el barco fuera del alcance de las flechas, acercándose solo lo suficiente para ver a un guerrero Sentinelés apuntar con su arco al rey amenazadoramente, después de lo cual éste expresó su profunda satisfacción por haber vivido esa aventura (!?).

La década de los 90 fue la más fructífera en cuanto a contactos y conocimiento. Los investigadores se convencieron de que una expedición aislada portando regalos no podía cambiar siglos de hostilidad. Si querían ser aceptados por los Sentineleses debían cambiar previamente la visión que ellos tenían del mundo exterior. Y eso sólo se conseguiría mediante una serie continuada de breves expediciones con regalos (frutos, cocos, comida) que no persiguieran ningún otro objetivo. La nueva política funcionó, y a mediados de los 90 los Sentineleses estaban ya lo suficientemente habituados a esas expediciones como para permitir que los investigadores se acercaran a la playa, y los filmaran viendo recoger los regalos sin correr riesgo físico.

Tras el terrible tsunami de 2004, aviones y helicópteros sobrevolaron Sentinel del Norte para comprobar si la catástrofe había afectado a sus habitantes. La exploración fue tan superficial que no fue posible extraer muchas conclusiones, pero sí se confirmó que continúa habiendo vida humana.



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