Los nuevos cardenales que tiene en mente Francisco

Según informa el blog de información religiosa de Michael Collins, el 22 de febrero el Papa Francisco creará los primeros cardenales de su pontificado.  Serán cuatro o cinco en la curia y una decena fuera, sobre todo en América Latina, África y Asia. No faltarán las sorpresas

El 22 de febrero el Papa Francisco creará los primeros cardenales de su pontificado. Esto significa que por lo menos un mes antes de esa fecha él hará pública la lista con los nombres de los eclesiásticos que considera dignos de recibir la púrpura.

La creación de nuevos cardenales es un acto muy personal del Papa, con el cual él puede, entre otras cosas, condicionar la elección de su sucesor.

También por esto hay mucha curiosidad sobre cuáles serán los elegidos por el Papa Francisco.

En pasado se podía hacer previsiones con la discreta posibilidad de adivinar al menos una buena parte de los nuevos purpurados. Era suficiente individuar qué titulares de oficios eclesiásticos de consolidada “tradición cardenalicia” – tanto en la curia como en la guía de determinadas diócesis – aún estuvieran privados de la púrpura y el juego estaba hecho.

El 22 de febrero los cardenales electores, es decir, con menos de 80 años, serán 106. Las púrpuras disponibles serán por tanto 14, admitido que el Papa Francisco respete la norma introducida por Pablo VI y confirmada por sus sucesores, que fija en 120 el número máximo de cardenales votantes.

Pero otro cardenal, Dionigi Tettamanzi, cumple los 80 años el 14 de marzo y es por tanto posible que los nuevos cardenales sean 15, visto que en este caso el techo sería superado por una sola unidad y sólo durante veinte días. 

Además de Tettamanzi, otros 32 purpurados cumplirán los 80 años antes de finales de abril de 2017. Esto significa que el Papa Francisco en los primeros cuatro años de pontificado podrá crear en total, por lo menos, 47 nuevos cardenales, más de un tercio del colegio de los electores del obispo de Roma y algo menos de los 53 creados por Benedicto XVI y los 20 elegidos por Juan Pablo II que componen la actual lista de los cardenales con derecho a voto.

Entre los 14 ó 15 nuevos cardenales es difícil pensar que los curiales serán más de 4 ó 5. En primera fila están, obviamente, los arzobispos Pietro Parolin, Beniamino Stella y Lorenzo Baldisseri, los tres diplomáticos que el Papa Francisco ha promovido respectivamente a los cargos de secretario de Estado, de prefecto de la congregación para el clero y de secretario general del sínodo de los obispos.

 

Baldisseri no recubre un cargo que por sí sea cardenalicio, pero es considerado ya "cardenal a medias" desde el momento en que el recién elegido Papa puso sobre su cabeza su propia birreta cardenalicia en la Capilla Sixtina, donde se encontraba en calidad de secretario del cónclave, entre los aplausos de los purpurados electores.


Siguiendo con la curia, la púrpura le debería tocar también al  prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, el alemán Gerhard L. Müller, mientras parece ser más incierta la púrpura al dominico francés Jean-Louis Bruguès el cual, aunque recubre el cargo tradicionalmente cardenalicio de archivero y bibliotecario de Santa Iglesia Romana, podría saltar el turno en virtud de los desacuerdos que tuvo cuando era secretario de la congregación para la educación católica con el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio sobre el nombramiento del rector de la Universidad Católica de Buenos Aires.

Una vez arreglada así la curia, quedarían aún diez u once birretas que habría que asignar a otros tantos pastores de Iglesias locales.

El capítulo italiano es el más delicado. Visto que en la curia ya hay tres italianos en espera de la púrpura, parece difícil que el Papa añada muchos más.

Según la praxis que se sigue a partir de los Pactos Lateranenses de 1929, a Italia se le reservan, además de la del cardenal vicario de Roma, ocho sedes con “derecho de púrpura”, es decir, en orden de tamaño por número de fieles: Milán, Turín, Nápoles, Palermo, Bolonia, Florencia, Génova y Venecia. Actualmente sólo las sedes de Turín y Venecia no tienen cardenal.

Pero con el Papa Francisco podría suceder que la promoción cardenalicia permanezca sólo para las diócesis más pobladas, y decaiga para las otras. Lo que significaría que en el próximo consistorio la púrpura podría llegar a Turín, donde está Cesare Nosiglia – pupilo del cardenal Camillo Ruini –, pero no a Venecia, donde el patriarca es Francesco Moraglia, exponente de esa Iglesia ligur de los cardenales Mauro Piacenza y Angelo Bagnasco que el Papa Francisco parece que quiera castigar, visto cómo ha excluido tanto al uno como al otro de las congregaciones del clero y de los obispos, respectivamente.

Hay que ver además si también en Italia – fuera de ella será más fácil que suceda – el cardenalato podría llegar también a pastores de diócesis que no tienen una tradición en este sentido, pero que a los ojos del Papa son merecedores de ella. En este caso el promovido podría ser el arzobispo de Perugia Gualtiero Bassetti, vicepresidente de la conferencia episcopal italiana y muy estimado por el Papa, que lo ha hecho miembro de la congregación para los obispos, precisamente en el lugar del presidente de la CEI Bagnasco. Si es así, la púrpura volvería a Perugia por primera vez desde 1853, cuando fue condecorado con ella el arzobispo Gioacchino Pecci, futuro Papa León XIII (dos ex arzobispos de Perugia que después han recibido la púrpura han sido también el difunto Pietro Parente y Ennio Antonelli, que aún vive).

Ésta sería la frugalidad en los nombramientos de purpurados curiales e italianos. Pero el Papa Francisco podría ser también parsimonioso con los nombramientos europeos. En el Viejo Continente probablemente recibirá la birreta el arzobispo de Westminster Vincent Nichols (que en pasado cayó bajo el observatorio del Santo Oficio por las "misas homosexuales" celebradas en su diócesis, pero que ha sido promovido recientemente como miembro de la congregación para los obispos), mientras será curioso ver si sucederá lo mismo con el arzobispo de Malinas-Bruselas, el "conservador" André Leonard, que sucedió en la cátedra primacial belga al cardenal "progresista" Godfried Danneels, uno de los grandes electores de Bergoglio en el cónclave.


En Europa oriental espera la púrpura el máximo jerarca de la populosa iglesia greco-católica de Ucrania, el arzobispo mayor Sviatoslav Shevchuk, que el Papa conoce muy bien porque en el pasado había sido eparca en Buenos Aires.

Con América Latina es fácil imaginar, en cambio, que el Papa Bergoglio sea más generoso. Allí esperan la púrpura sedes de primera importancia como su Buenos Aires con el arzobispo Mario Aurelio Poli; Santiago de Chile con el salesiano originario de Vicenza, Ricardo Ezzati Andrello y Rio de Janeiro con el cisterciense Orani Joao Tempesta. Pero en Brasil podría haber una segunda púrpura, visto que actualmente los cardenales electores del país católico más poblado del mundo son cuatro y se convertirán en tres durante el año 2014, mientras los estadounidenses son 11 y los italianos 26 (aunque 5 de ellos cumplirán los 80 años en los próximos doce meses).

Quién sabe si con el primer Papa latinoamericano también Paraguay podrá tener su primer cardenal de la historia. Sin contar que el actual presidente del consejo episcopal de América Latina – el arzobispo mexicano Carlos Aguiar Retes, de Tlalnepantla – no es cardenal y con el Papa Francisco podría convertirse en uno.

En América del Norte los Estados Unidos podrían quedarse en las actuales 11 púrpuras, mientras que en Canadá habrá que ver si el sucesor de Marc Ouellet en Quebec será nombrado cardenal.

Seguramente recibirán más atención los continentes africano y asiático. En Asia, la dinámica Iglesia de Corea no tiene actualmente ningún cardenal votante. Tampoco lo hay en Japón, donde Bergoglio quería ir en misión cuando era un joven jesuita. Habrá que ver también si y cómo el Papa querrá premiar a las martirizadas Iglesias de Oriente Medio. Y si nombrará un nuevo cardenal en Oceanía o dejará que el único purpurado de ese continente sea el conservador arzobispo de Sídney, George Pell.

Pero sobre esto, como sobre el resto, es arduo hacer previsiones, porque las sorpresas con el Papa Francisco están siempre al acecho, con excepción de la posibilidad de un cardenal mujer, que él ha excluido de manera categórica en una reciente entrevista a "La Stampa".

Por tanto, se sabrá sólo al último momento si Bergoglio querrá conceder también una o más púrpuras honoríficas a eclesiásticos con más de 80 años, como han hecho Benedicto XVI y, antes de él, Juan Pablo II a partir de su segundo consistorio en 1983. O si en cambio Francisco volverá a la praxis respetada por Pablo VI que, tras haber fijado el límite de 80 años con el motu proprio "Ingravescentem aetatem" del 21 de noviembre de 1970, se abstuvo de crear cardenales con una edad mayor en sus sucesivos consistorios de 1973, 1976 y 1977.


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