La carta de D. Santiago Agrelo sobre “los hijos de Alá”

El arzobispo de Tánger, nos hacía llegar el domingo este artículo que titula ‘Desarmar las palabras’ y que reproducimos íntegramente a continuación:

"Un viejo amigo me decía en un correo electrónico: “Nos están invadiendo los hijos de... Alá”.

Yo sé que mi amigo es hombre de corazón limpio. No me costaría trabajo predicar de él la ingenuidad, incluso la inocencia. Sin embargo, las palabras del mensaje enviado ni son inocentes ni resultan ingenuas, lo que me lleva a pensar que tampoco son de mi amigo. Pero él las ha interiorizado, las ha aceptado, las ha hecho suyas con la misma naturalidad con que un niño aprende en la escuela las letras del alfabeto o nombre y forma de los números.

Esto es lo que mi amigo ‘aprendió’ en esta sutil escuela de sus años viejos. Aprendió que alguien nos está “invadiendo”, o lo que es lo mismo, que alguien está “entrando por fuerza” en nuestra tierra, en nuestra casa, en nuestra vida, en nuestro mundo… A ti, amigo mío, te parece que sólo has interiorizado una palabra, ‘invadir’, pero con ella ha entrado en tu mente y en tu corazón, marcándolos y manchándolos, la idea de violencia sufrida, de amenaza para tu vida, parta tu tranquilidad, para tu seguridad. Aprendiste además a despreciar a ese invasor violento que, por serlo, es un hijo de… su madre, es un bastardo, un hijo de… Por último, sin pestañear, aprendiste a extender miedo y desprecio a todos “los hijos… de Alá”, es decir, a todos los fieles de una fe religiosa digna de respeto, si no de admiración.

Hagamos, como niños, un juego, o si prefieres, como adultos, una prueba sencilla. Cambia la última palabra de tu mensaje. Allí donde escribiste “Alá”, escribe “Dios”. Verás que los motivos de tu miedo se diluyen: “¡Nos están invadiendo los hijos de Dios!”. Y si, donde dices “Dios”, pones a los pobres, entonces el mensaje se humaniza, se te hace prójimo el que sufre, y se hace cercano el evangelio: “Nos están invadiendo los hijos de los pobres”. Claro que si de lo escrito retirases el inicial “nos están invadiendo”, a favor de un sencillo “están llamando a nuestra puerta”, habrías desarmado las palabras, aquietado tus recelos, y ahorrado turbación al corazón.

Entonces la inquietud interiorizada ya no sería: “¿qué puedo hacer para protegerme de los hijos de Alá?”, sino: “¿qué puedo hacer para que los pobres tengan una vida más digna?

Un abrazo de tu hermano menor".

+ Fr. Santiago AgreloArzobispo de Tánger

 

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