La sangre de San Jenaro se licúa prodigiosamente ante el Papa Francisco: es la primera vez que ocurre desde 1848, con Pío IX

Lo cuenta Juan Vicente Boo en el periódico ABC. El curioso prodigio de la licuefacción de la sangre de San Jenaro, que tiene lugar sólo en tres fechas fijas cada año, se produjo el pasado sábado cuando el Papa Francisco impartió la bendición con la reliquia del obispo martirizado en el año 305, que es venerado por los napolitanos como lo son muy pocos santos en todo el planeta. Fuera de esas tres fechas -el primer domingo de mayo, el 19 de septiembre, fiesta de San Jenaro, y el 16 de diciembre-, el fenómeno no tiene lugar por mucho que se haga girar el relicario. Sucedió solo una vez, en 1848, cuando el Papa Pío IX, forzado a huir de Roma por una revuelta popular, se refugió en Nápoles y fue a la catedral a venerar las reliquias del santo patrón de la ciudad. Desde entonces, en más de siglo y medio, no había vuelto a ocurrir. Ni siquiera durante las siguientes visitas de los Papas, la de san Juan Pablo II el 21 de octubre de 1979, y la de Benedicto XVI el 21 de octubre del 2007. La Iglesia no califica este fenómeno de “milagro” sino meramente de “prodigio”, pero para los napolitanos es mucho más. Cuando, en la fecha prevista, la sangre no se licúa, temen grandes desastres. Por el contrario, un prodigio suplementario fuera de esas fechas, lo interpretan como buena señal.

 

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