El obispo de Lugo escribe una extensa carta sobre la Iglesia en tiempos de Covid-19

Mons. Alfonso Carrasco reflexiona sobre si el haber dado prioridad a la salud, ha dejado de lado otras dimensiones como la teológica

Alfonso Carrasco Rouco.
Alfonso Carrasco Rouco.

Si hay un obispo del que no se suele hablar es del obispo de Lugo, monseñor Alfonso Carrasco Rouco. 

 Sin embargo, tanto por sus escritos como sus intervenciones, también en la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, destaca por la profundidad de sus reflexiones y su buen criterio. Un dato de lo reconocido de sus aportaciones fue que en la última Plenaria salió elegido como presidente de la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis.

Ahora acaba de escribir con el título “Pensando en la vivido como Iglesia en tiempos de Covid-19” una carta pastoral de veinte folios a la que ha tenido acceso Religión Confidencial antes de que se publique en la web del obispado. 

Salud y teología 

Dividida en tres parte, “Vivir la propia identidad”, “En relación con el Estado” y “Entender nuestras prioridades”, el texto parte de dos preguntas claves: “¿Cómo hemos vivido esta crisis imprevista, para la que no nos habíamos preparado? ¿Cuál ha sido nuestra actuación como Iglesia?”.

El texto arranca con una reflexión sobre si el haber dado prioridad al cuidado de la salud, como argumento ético, ha dejado de lado otras dimensiones como la teológica. “Es propio de la fe cristiana –afirma- conducir a la percepción nítida y a la defensa de los bienes fundamentales de la persona. Así pues, con su apelación al cuidado de la vida que estaba en peligro, la Iglesia estaba siendo fiel a la dinámica propia de su fe, a su afirmación fundamental de apreciar y poder salvar todo lo verdaderamente humano”.

Pandemia y cambio de vida 

Más adelante profundiza en esta cuestión. El obispo de Lugo señala que “puede observarse, no obstante, que ello conllevó a no considerar lo más urgente como es una reflexión de teología de la historia sobre el significado de la pandemia, aún percibiendo con nitidez cómo el virus imponía de hecho la necesidad de un “cambio” de vida, lo que el cristiano no puede no ver como una llamada a la “conversión”. ¿Es aceptable esta ausencia? Ciertamente no del todo, pues a la vida humana y a su libertad pertenece esencialmente la inteligencia de la realidad”.

Pero la parte, si cabe más novedosa, se refiere a lo inédito de la relación entre la Iglesia y el Estado durante ese período. Se pregunta inicialmente si se ha respetado la importancia que tiene para los fieles la participación en las celebraciones eclesiales y también si no se corre el riesgo de considerar atendida esta dimensión de la vida sin tener en cuenta su naturaleza comunitaria, diciendo, por ejemplo, que cada uno puede rezar en su casa.

Libertad religiosa y de conciencia 

El obispo de Lugo apunta que sería un error grave “en la concepción del Estado no reconocer plenamente el espacio de la libertad religiosa y de conciencia. De hecho, excedería de las justas competencias de las autoridades políticas relativizar el significado esencial de la vida religiosa para las personas –como otros derechos fundamentales–, o reducirlo a fenómeno individual, no reconociendo su dimensión comunitaria y pública. Recordar estos rasgos fundamentales de la vida de una sociedad democrática no está de más”.

Por último, monseñor Alfonso Carrasco Rouco afirma que “la experiencia vivida en el confinamiento pide también de nosotros como Iglesia una reflexión más sistemática sobre la necesidad de conversión, referida no sólo a cada uno –a las propias debilidades y miedos, a la falta de presencia o de iniciativa–, sino también a nuestras estructuras y formas de actuación en la sociedad, como diócesis y parroquias llamadas a una “conversión pastoral””.

 

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