La poesía, lugar de oración

El sacerdote, periodista y poeta Miguel de Santiago transmite en este libro una reivindicación de la poesía como lugar teológico

Miguel de Santiago.
Miguel de Santiago.

Contemplar para orar con la naturaleza
Miguel de Santiago
PPC

En una de las últimas entrevistas a Ernst Jünger le preguntaron por el futuro de la humanidad, por la salvación humana del mundo. Y él respondió hablando de teología y poesía, de Dios y de belleza, de la Palabra hecha carne y de la carne que se extasía con la palabra.

El sacerdote, periodista y poeta Miguel de Santiago, nos regala ahora, después de su ópera magna “El camino del alma hacia el Amor” un sencillo libro de poemas destinado a la oración a través de la contemplación de la naturaleza. 

Como confiesa en el estudio introductorio, que es algo más que un prólogo, un estudio de su poesía quizá, el título inicial de este libro era “Naturaleza y Dios. La creación entera proclama las grandezas del Señor”. Quizá este título se adapte más al proceso originario de creación, aunque ahora, por la forma promocional incluso, discurra por otros derroteros.

Un canto a la creación 

La poesía de Miguel de Santiago, que aquí está acompañada de bellas fotografías a las que se añade un texto complementario de la Escritura, del Papa Francisco o de algún santo, es una poesía esencial, que no se pierde entre imágenes de moda y que va a la entraña del sentido.

Quizá sea este uno de los aspectos claves de la poesía de este sacerdote palentino: la respuesta a la pregunta por el sentido desde la plenitud de la locución, de la belleza de un mensaje que se articula con el juego de las palabras que remiten a conceptos avalados por la experiencia.

Este canto de la creación y a la creación está profundamente arraigado en la Castilla eterna, en ese prodigio de geografía de la España profunda, hoy casi desértica, que late en el alma de nuestra forma de entender la fe y la experiencia.

Esa Castilla entregada a la fuerza de la mística, que hizo posible lo sublime de la poesía religiosa del siglo de oro y que, en no menor media, ha inspirado la poesía religiosa de la época contemporánea.

En la citada introducción, nuestro autor nos recuerda, en forma de un breve tratado de estética teológica o de teología estética, lo que los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI escribieran sobre la “via pulchritudinis”. Está claro que cuanto más progresa una persona en la vida de oración, en la unión íntima con Dios, mayor es su admiración por lo creado y por las creaturas.

 

El asombro como acceso a Dios 

Por lo tanto este libro es una reivindicación de la poesía como lugar teológico. La poesía como desveladora de los secretos del mundo, y, por qué no decirlo, la poesía como desveladora de los secretos de Dios. Este poemario trata de conmover, es decir, de mover con el autor hacia el asombro. No la sospecha, el asombro como acceso a Dios y al encuentro con Jesucristo.

Y en este sentido esperamos que el autor, que nos ha metido en la teodicea de la estética, nos acompañe en un futuro con una cristología estética. Es decir, se echa en falta algo más de presencia de poesía cristológica. Pero quizá ese movimiento de su espíritu esté reservado para otra publicación posterior.

Como afirma Miguel de Santiago en el estudio introductorio, “la sobriedad, la intuición quintaesenciada y la expresión enigmática, lejos de ahuyentar el encuentro con lo absoluto, ayudan a que el lector re-piense y re-actualice su modo de contemplar el mundo exterior y el modo de vivir su fe, abriéndole la posibilidad de múltiples interpretaciones, y, por tanto, de múltiples aplicaciones”.

A partir de este momento, la poesía de Miguel de Santiago. “Hoy siento entre mis dedos/ la ausencia más azul,/un silencio heredado,/ el peso del olvido,/ la nostalgia de Dios./ (…) …Latía el corazón y era un aldaba/ que anuncia el regreso/ al despuntar la aurora./”.

Portada del libro. PPC

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